Nos vamos de vacaciones. Hoy no es el fin del mundo, pero lo parece. De hecho, nos deseamos desconectar, como si tal cosa. ¿Desconectar de qué? Porque yo eso espero que me toque únicamente en la tarde de mi funeral. La universidad es un buen sitio para preguntarnos por la verdad de nuestras afirmaciones y buscar el lenguaje que desvele bien esa verdad.
Seguramente lo que deseamos es descansar, estar más tiempo con la familia, viajar para ver otros mundos, hacer actividades que nos llenan y para las que no tenemos tiempo. Cada uno sabrá y no está de más saberlo (para no dejarse llevar por la marea). Pero desconectar no queremos.
Queremos estar vivos, conectarnos a aquello, aquellos, que son nuestro sentido de la vida. El disfrute y la utilidad de las vacaciones dependerá en buena medida de que tengamos bien presentes las circunstancias y desafíos cotidianos de nuestra existencia, sin escaparnos de ellos, y a la vez, confiando en que este tiempo nos ayudará a restaurarnos, dar sentido, claridad y alegría a todo afán diario.
Queremos, necesitamos, parar el bregar diario para mirarlo con perspectiva, con serenidad, con algunos criterios, que, por la urgencia, se nos han deformado. Las vacaciones no pueden ser el opio del pueblo así como la vida no puede durar tan solo un mes.
Desde el Instituto Newman os invitamos a estar atentos a lo que vamos a vivir estas semanas como adelanto de cómo nos gustaría vivir el resto del año. Seguramente la hamaca con la caipiriña en el trabajo no estará bien vista, pero la actitud de vida que tenemos cuando disfrutamos sí. ¿Quién nos impide vivir así?
Las vacaciones son un buen momento para aprender a ser, para conectarnos a la razón por la que vivimos.
¡Felices vacaciones!
