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Nos pilló el apagón

Encadenamos últimamente situaciones inéditas con una normalidad pasmosa. Pandemia, Filomena, erupción volcánica de Palma, dana valenciana, apagón nacional… incluso muchas “singularidades políticas” que no habíamos vivido nunca. Todo ello amenazante de gravedad variable según los casos. 

El apagón, nos pilló a todos en nuestra cotidianeidad y ante la incertidumbre de lo que se venía encima. Tal y como aparece tantas veces en las escrituras, llega sin avisar y pilla a sabios y necios por igual, pero con distinta preparación para la inevitable sorpresa. 

Esta situación reavivó en mí una habitual duda: ¿Dónde debería estar yo en este momento? Con mucha frecuencia esa duda me quita algo de paz. En ocasiones, cuando estoy trabajando, pienso que debería dedicar más tiempo a familia y amigos y siento que no estoy donde debería. Y cuando estoy con familia y amigos me acuerdo de los pendientes laborales o académicos y me siento igualmente culpable. Pero llegando el Armagedón apocalíptico, sea cual sea su forma, ¿dónde debería estar? En ese caso siempre parece claro que con los que quieres y te necesitan. 

Algunos de los últimos eventos nos han dado un margen de tiempo para decidir dónde estar. ¿Nos vamos corriendo a casa o nos quedamos como el capitán del Titanic en el puente de mando hasta que el barco se estabilice o se hunda sin remedio? ¡Qué asombro me produce contemplar cómo en los momentos difíciles afloran simultáneamente el saqueo y pillaje de los bandidos, con las muestras más fascinantes de generosidad y donación de los héroes anónimos!  Los grandes desafíos sacan lo mejor y peor de cada uno. 

¡Qué frágiles somos y qué inestable es el equilibrio de nuestra sociedad! 

¿Debemos tener el “Kit de supervivencia”? ¿Tiene mucho sentido hacer acopio de combustible, víveres, agua, pilas, radio…?¿Para cuánto tiempo? ¿Para mí? ¿para “los míos”? ¿Y la solidaridad? ¿Querríamos ser los únicos supervivientes? ¿para qué? ¿o quizás sea mejor tener la vida ordenada y lista para partir con lo importante en orden? Cada nuevo sobresalto es un simulacro colectivo para saber quien soy yo, quienes son los que me rodean, y dónde quiero y debo estar haciendo qué cuando llegue la hora. 

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