INSTITUTO JOHN HENRY NEWMAN

Minicurso Newman: “La cuestión de Dios va de saber utilizar la razón para aprender a vivir”

El director del Instituto John Henry Newman, el Padre Florencio Sánchez LC, y la coordinadora IJHN, Rocío Solís, impartieron el pasado miércoles 20 de abril el Minicurso Newman, señalando la importancia de profundizar en una cuestión como la de Dios. Tras haber despertado algunas preguntas en el Café Newman, Rocío Solís aseguró que se trata de un asunto existencial ante el que todos acaban enfrentándose tarde o temprano.

El título, quizá “grandilocuente”, se afrontó desde una perspectiva universitaria, con un poema de Luis Alberto de Cuenca que enfatiza en el vacío que siente cuando percibe una avería sin operario capaz de arreglarla: “¿Qué me pasa Dios mío?, ¿qué me pasa?”. El escritor expresa la inquietud de un hombre que está despierto ante las cosas. R. Solís matizó que cuando sentimos el “taller roto” o la “ansiedad sin causa” del poeta se puede censurar la emoción o dar una respuesta inadecuada que problematiza aún más lo que sucede. Pero también se puede utilizar la razón para aprender a vivir.

“Dios no es un tema, sino Alguien que tiene que ver conmigo”

El deseo de arreglar la confusión es universal, unos lo hacen a través de las palabras, otros con la profusión de los sentimientos y habrá quienes huyan hacia adelante, pero “buscar la respuesta al sentido es usar bien la razón”: “Si Dios solo es un tema no entenderemos nada”, explicó el P. Florencio, “tiene que ver con una sed, un vacío que nos posiciona ante Dios de otra manera”.

El novelista Ernesto Sábato, tras la muerte de su hijo de 8 años, escribía que nunca pudo calmar su nostalgia: “Es una añoranza jamás cumplida, lo que hubiéramos querido ser (…), un telón de fondo invisible”. El filósofo tenía nostalgia de otra cosa, algo que también se experimenta cuando todo va bien, ya que hay esperanza de que las cosas sean eternas.

Sin embargo, para conocer el misterio de Dios el método es diferente al de las ciencias experimentales, la cuestión de Dios se juega en otro campo de la razón que no se reduce a lo demostrable empíricamente. Ahora bien, ¿se conoce menos a un familiar porque se le quiere? ¿Hay menos objetividad en este conocimiento? Rocío Solís apuntó a los signos, por un lado, y la confianza, por otro, como aspectos que ayudan al hombre a abrir su razón para conocer a Dios.

A. La sed de algo no se calma por mirarse a uno mismo, sino porque las cosas que pasan producen una reacción. La búsqueda de sentido se da porque la vida saca del hombre las preguntas que lleva dentro.

B. La religiosidad es la necesidad que tenemos de mirar afuera para entendernos dentro, de caer en la cuenta de que las cosas son dadas. Despertar con lo que sucede. Igual que un padre de familia desea que su hijo haga propia la tradición, así también la religiosidad responde a la verificación de la tradición de manera particular.

“Nosotros somos los ausentes de la presencia de Dios cuando no estamos despiertos”

El erudito italiano Giacomo Leopardi dejó por escrito su experiencia de soledad inmensa y su experiencia de límite. Ante esto, Dios se revela como hipótesis última de significado. El P. Florencio animó a los estudiantes universitarios a poner la potencia en verificar la verdad del cristianismo y la respuesta de Cristo para ver si satisface el anhelo del corazón que siente una ausencia. La respuesta de encarnación está en la línea de flotación de la necesidad humana de acompañamiento. Rocío Solís añadió que cuando Jesús aconseja al hombre no inquietarse le hace consciente de que no se puede darse a sí mismo ni un grano de trigo ni un minuto más de vida, y es así como debe trabajar la razón.

La tristeza, la frustración o el sufrimiento no son un castigo, sino signo del misterio que está detrás de todo, como escribió Enrique González Martínez. El poeta mexicano buscó en las cosas un sentido oculto sin ceñirse a la apariencia: “¿Sabes tú si las lágrimas son un oculto rocío?”.

DEBATE Y COLOQUIO

– ¿Cómo dejar que Dios llene completamente al hombre si es imperfecto? En boca del profeta Jeremías la imperfección humana se simboliza como una “cisterna rota”. Pero Dios al entrar en la cisterna no solo sobrepasa su capacidad, sino que la cura y sana, respondió el Padre Florencio, Dios llena tanto como puede Dios, no tanto como cabe en la cisterna. Además, sabe vencer la resistencia y proponerse ante cualquier resquicio del alma. Añadió que los planteamientos a modo de ecuación sobre Dios no ayudan porque cuando se encuentra se cae de rodillas: “A algunos nos pasa”, bromeó.

– ¿Aceptamos el amor en función de lo que creemos merecer? ¿Es un duelo el vacío interior del hombre? La religiosidad no es algo aparte, sino que se sitúa dentro de lo que sucede al hombre, como signo de lo que espera. Jesús es una hipótesis carnal, no una teoría que no puede acompañar. El Padre Florencio contestó: “No eres una persona huérfana, tienes un padre que te da la vida, te acompaña y te espera al final”. Puede que el golpe de sentir que falta algo sea un duelo, pero también hay felicidad en la belleza de la vida: “La espiritualidad es una lente para buscar la religiosidad, a través del Evangelio se encuentra al Padre cercano que perdona y consuela”. Por otra parte, hacer preguntas sin ninguna respuesta es agotador: “Dios no es un terapeuta, sino un Padre que cura, y la pregunta solo es el método para encontrar despierto una respuesta”. Hay muchos mitos como el de Sísifo, pero la respuesta es que Alguien acompaña, una presencia, no una explicación: “Si no lo has experimentado di a Dios ¡revélate!, y si lo has experimentado pisa el acelerador”, exclamó.

– La clave es predicar con el ejemplo… La fe que se ve en la vida habla de una alegría especial, pero no consiste en ser ejemplo de lo que se cree, sino de hacia dónde se mira: “Podemos ser débiles, pero lo importante está en la búsqueda de la verdad”, matizó Rocío S.

– ¿Cómo pisar el acelerador para ir más allá de la curiosidad? El libro sobre el diálogo que mantuvieron el filósofo italiano Marcello Pera y Joseph Ratzinger llega a la conclusión de que lo mejor es vivir como si Dios existiera. El Padre Florencio aseguró que, si existe una sospecha, lo mejor es vivir como si fuera cierto para comprobarlo en la vida, viviendo de una forma concreta: “Si es verdad, llegarás a verificarlo, si no, te quedarás igual, pero en todo caso, no hay nada que perder”. Recomendó que para iniciar este proceso es importante contar con alguien que acompañe: “Yo también tengo razones para no creer, porque tengo más años y he visto más cosas en las que no se ve a Dios por ninguna parte”, confesó, pero para relacionarse con Dios y formarse se puede empezar leyendo un libro o haciendo un acto de caridad, sin vivir a la defensiva, teniendo la seguridad que la fe pueda dar y no más: “Fe… la justa, no demasiada”, concluyó.  

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