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La Universidad al servicio del hombre. Análisis comparativo entre J. H. Newman y José Antonio Marina.

A lo largo de la historia, la universidad ha sido objeto de múltiples reflexiones sobre su cuál es su naturaleza, cuáles sus fines y, en definitiva, cuál es su papel en la sociedad. Entre las voces más influyentes de esta discusión podemos establecer un arco comparativo histórico entre John Henry Newman, cardenal y pensador católico del siglo XIX, y el filósofo y pedagogo español contemporáneo José Antonio Marina.

Aunque es verdad que están separados por más de un siglo de distancia y alejados por dos visiones antropológicas distintas, ambos proponen modelos universitarios que, desde distintos matices, buscan ofrecer una visión integral del ser humano: el conocimiento y la formación en los jóvenes universitarios de su tiempo. La comparación podría resultar forzada entre estos dos autores, pero dentro del marco que nos ocupa ambos ocuparon u ostentan una influencia en aspectos pedagógicos nada desdeñable. Todo ello nos permite vislumbrar cómo perduran todavía las raíces de Newman en algunos de los modelos que en el presente se proponen como modélicos.    

Este ensayo intenta explorar las semejanzas y diferencias entre los modelos universitarios de Newman y Marina, contrastando planteamientos sobre cuál es el propósito de la universidad y hacia dónde debe dirigirse para que su función social sea la que de ella se espera. Pongamos el caso de la relación entre saber y utilidad, la formación ética y ciudadana, y, como no, la conexión con la sociedad y su impacto positivo en la misma.

Mientras que Newman enfatiza una educación liberal centrada en la formación intelectual y moral (Newman, 1852), Marina aboga por un tipo de universidad orientada más bien al desarrollo del talento, la innovación y la resolución de problemas sociales (Marina, 2010). La comparación entre ambos autores nos permite entender la evolución del pensamiento educativo en el arco de tiempo de que les separa y, además, nos ayuda a vislumbrar caminos complementarios para un mejor presente y futuro de la educación universitaria: “Las universidades tienen que suplir esos fallos, e investigar aquellas cosas que la sociedad o el gran proyecto ético necesita.” (Marina, 2004)

Para John Henry Newman, la universidad tiene como fin principal la formación intelectual del individuo. En su obra The Idea of a University (1852), defiende una visión clásica y humanista, donde la universidad no se justifica por su utilidad inmediata, sino por el cultivo del conocimiento por el conocimiento mismo como un servicio al hombre y a la sociedad misma. Según Newman, “el verdadero fin de la educación es hacer de nosotros hombres pensantes y de la sociedad a la que sirve la mejor de las posibles” (2011). La universidad, en este sentido, es un lugar para la reflexión, la libertad académica y el desarrollo de la razón, sin depender de presiones externas como las exigencias del mercado o el Estado.

En cambio, José Antonio Marina, postula una universidad que combine el conocimiento con la acción, al servicio de la transformación social. En su propuesta sobre la Universidad del Talento (Marina, 2010), argumenta que la institución universitaria debe formar personas capaces de resolver problemas reales, generar innovación y asumir responsabilidades éticas en un mundo complejo. Su finalidad no es solo enseñar a pensar, sino también enseñar a actuar con inteligencia y eficacia.

Uno de los puntos que podríamos tildar de mayor distancia entre Newman y Marina es su concepción sobre la utilidad del conocimiento. Newman se opone firmemente a que el conocimiento deba justificarse por su aplicación inmediata, siendo así un conocimiento que debe madurar por sí mismo en la cabeza del alumno para ser después aplicado. Para él, la universidad no es una escuela profesional ni un instrumento al servicio de la economía como se acentúa en el presente. Marina, en cambio, integra la utilidad inmediata dentro de su modelo académico, pero no en un sentido puramente económico, sino como herramienta para el desarrollo humano. Habla de una inteligencia generadora, ejecutiva y ética, que conecta saber, acción y responsabilidad (Marina, 2013).

En otro orden de cosas sí parecen converger, pues tanto Newman como Marina coinciden en que la universidad tiene una responsabilidad ética y social. Para Newman, la formación moral es inherente a la educación universitaria y esta tiene una finalidad societaria. Aunque no concibe a la universidad como un centro catequético de por sí, considera que la educación superior debe contribuir al desarrollo del carácter y la virtud del ser humano. Por su parte, Marina también insiste en la dimensión moral de la educación, aunque desde una perspectiva más laica y psicológica, pero con una teleología de servicio ulterior. 

Otro punto de convergencia importante radica en la defensa de la autonomía universitaria. Newman sostiene que la universidad debe mantenerse independiente del poder político, económico y religioso. Marina, aunque reconoce que debe responder a necesidades sociales, también advierte del peligro que supone la subordinación excesiva a intereses externos o estatalista. La universidad debe ser crítica, creativa y autónoma y no puede en ningún caso renunciar a esta esencia. Newman plantea una visión unitaria del saber, donde las disciplinas dialogan dentro de una visión filosófica y teológica del mundo. Marina defiende un enfoque interdisciplinar, en el que la universidad se convierte en un laboratorio de innovación y creatividad. Esta diferencia refleja la evolución de los desafíos del conocimiento.

Por todo lo dicho, los modelos universitarios de John Henry Newman y José Antonio Marina representan en parte dos maneras complementarias de entender la educación superior. Newman defiende una universidad centrada en la formación intelectual y moral, basada en el saber por el saber y en la libertad de pensamiento. En cambio, Marina propone una universidad conectada con los desafíos del presente, orientada al desarrollo del talento, la acción eficaz y el compromiso ético. En este sentido cada pensador es deudor de su tiempo y de los desarrollos técnicos y tecnológicos del mismo.

Ambos coinciden en concebir la universidad como una institución con una misión formativa profunda y de servicio. Las diferencias entre ellos reflejan el paso de una universidad ilustrada a una universidad del conocimiento aplicado propio del tiempo que a cada cual le ha tocado vivir. Como idea final, señalar que, frente a los retos del siglo XXI, el camino no es elegir entre Newman o Marina, entre un tipo de universidad u otra, sino que más bien se trata de encontrar el equilibrio adecuado: una universidad que forme pensadores críticos y también agentes de cambio; que respete la tradición humanista y sepa innovar desde la tecnología sin sustituir lo humano y en servicio al bien común.


Bibliografía

Marina, J. A. (2010). La Universidad del talento. Ariel.

Marina, J. A. (2004). Universidades inteligentes vs universidades tontas. Revista Mexicana de Agronegocios8(14), 260-265.

Marina, J. A., PellicerQ, C., & Manso, J. (2015). Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar.

Marina, J. A. (2013). Desarrollar la inteligencia, Ariel.

Newman, J. H. (1852). The Idea of a University. Longmans, Green, and Co.

Newman, J. H. (2011). Cristianismo y ciencias en la universidad, Eunsa.

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