Icono del sitio INSTITUTO JOHN HENRY NEWMAN

La rutina: ¿condena o posibilidad?

Y otro día más… Levántate pronto, acude a la Universidad a trabajar o a estudiar, come algo rápido, sigue trabajando o estudiando por la tarde, vuelve a casa, intenta descansar (eso sí no tienes que seguir trabajando o estudiando), métete en la cama… Y otro día más… Levántate pronto, acude a la Universidad, etc.

La alegría de la novedad por empezar un nuevo semestre, empezar nuevas asignaturas… parece que pronto se disipa pues rápidamente nos vemos avocados a instalarnos en la rutina. La rutina nos enfrenta a una paradoja: por un lado, parece que el tiempo pasa tan despacio; pero, por otro, un día nos damos cuenta de que se nos ha escapado ese mismo tiempo sin apenas darnos cuenta, como si de arena que resbala entre nuestros dedos se tratara.

No sé si os pasa a vosotros, pero cuando uno lee los grandes relatos de aventuras o ve películas del mismo género se imagina a uno mismo viviendo una realidad excitante, con un nuevo reto que afrontar cada día, aventuras… Sin embargo, rápidamente nos damos cuenta de que al día siguiente tendremos que volver a madrugar para hacer el mismo trabajo que hacemos día tras día.

Lo siento, pero es así… no podemos escapar de la rutina. Es una realidad constitutiva del ser humano. Vivimos instalados en ella. A fin de cuentas, todo estímulo continuo termina por desensibilizar al organismo. Es un principio básico de fisiología.

¿Entonces, qué? ¿Estamos condenados a vivir la existencia como si fuéramos Sísifo, ese personaje griego trágico que debe empujar cada día una piedra montaña arriba para tan solo verla rodar cuesta abajo y tener que volver a empezar de nuevo esa aparente tarea sinsentido?

Quizás la respuesta a la anterior pregunta no es cómo escapar de la rutina, sino cómo vivirla de la manera más humanamente posible. Os recomiendo que veáis, si no lo habéis hecho ya, una película estupenda: Atrapado en el Tiempo (Groundhog Day). Protagonizada por los increíbles Bill Murray y Andie McDowell, cuenta la historia de un egocéntrico presentador de televisión que se ve obligado a vivir el mismo día una y otra vez sin remisión.

Frente a la emoción inicial de poder vivir ese único día centrado en sí mismo al no haber un mañana y no tener consecuencias negativas sus actos, ello termina por llevarle a la desesperación más absoluta e, incluso, a matarse de mil y una maneras, pero siempre volviendo al comienzo del mismo día.

Solo cuando comienza a vivir altruistamente ese día que ha repetido hasta la saciedad descubre la belleza de la rutina. Cada día es un día nuevo no porque deje de encontrarme con mi vecino sino porque puedo volver a saludarle y dirigirle de todo corazón la mejor de mis sonrisas, preocuparme por él… Solo ese “darse” al otro es capaz de romper la maldición de nuestro protagonista en la película. Solo de esa manera podremos vivir la rutina como un tesoro.

Levántate pronto, acude a la Universidad a trabajar o a estudiar, saluda, sonríe…

Salir de la versión móvil