INSTITUTO JOHN HENRY NEWMAN

Fernando Sarráis: ‘Hay personas que se emborrachan de activismo para no pensar’

Paula Martínez del Mazo 

Llega el verano y con él, el tan anhelado descanso. Se acercan las vacaciones y podría parecer que la vida, la de verdad, se juega en esos momentos, mientras que el trabajo es considerado un mal menor que hay que pasar para poder llegar a los momentos de descanso. Hablamos con el Dr. Fernando Sarráis, psiquiatra y profesor de la Universidad de Navarra, desde la inquietud por el sentido del descanso; ¿es posible vivir la vida sin fuertes “atracones” de trabajo y descanso? ¿Existe algún factor que ayude al hombre a unificar su vida, independientemente de si trabaja o está de vacaciones? ¿cuáles pueden ser las causas del agotamiento? En definitiva, qué dice la necesidad y la ausencia de descanso de nosotros mismos.

¿Qué entiende usted por descanso? ¿Hay distintos tipos o niveles?

El descanso es una actividad que sirve para recuperar la energía física y psicológica gastada durante el trabajo, que es toda actividad que es obligatoria realizar y supone un esfuerzo. Digo que el descanso es una actividad pues supone hacer algo que descansa, y exige una reflexión con la razón y una decisión de la voluntad para realizar dicha actividad. Cada persona debe saber lo que le cansa y descansa, cómo debe hacerlo, dónde y cuándo. Y la que no lo sabe o no lo hace tiene un elevado riesgo de enfermar física y psíquicamente, como consecuencia del desequilibrio fisiológico y psíquico que conlleva el desequilibrio entre trabajo (esfuerzo) y descanso (relax).

Hay diversos niveles de descanso como hay diversos niveles de cansancio, que dependen del tiempo continuado dedicado a dichas actividades y de la intensidad de la tensión (o estrés) con que se trabaja y de la intensidad del relax y disfrute que se consigue cuando se descansa. Pero lo más importante es el equilibrio diario de esas dos actividades complementarias. Acumular mucho cansancio o tensión puede impedir hacer cosas que descansan, es como estar pasado de rosca -estar quemado- y no tener fuerza ni para descansar. También puede ocurrir lo opuesto: descansar tanto -durante tanto tiempo- que se pierde la capacidad y energía para volver a trabajar, es lo que ocurre a un deportista cuando pierde la forma física.

Entre el cansancio físico y el psíquico, ¿hay alguno que sea más importante que el otro?

El cansancio más importante y con mayor repercusión negativa es el cansancio psicológico, que se acompaña de cansancio físico y espiritual por la unidad de la persona.

El cansancio físico es más fácil de percibir que el psíquico por las sensaciones físicas desagradables que produce, que llaman la atención del sujeto y por la incapacidad física de seguir realizando la actividad que cansa, que impulsan a parar y descansar.

El cansancio psíquico es más silencioso y progresa lentamente sin que salten las alarmas hasta que surgen los síntomas o las enfermedades que se agrupan en el apartado de los trastornos psicosomáticos. Algunos de estos trastornos son reversibles y en otros son persistentes.

Los signos principales del cansancio psicológico son los afectos negativos: ira, tristeza, miedo, preocupación, inseguridad, ansiedad. Que tienen un efecto negativo sobre la conducta (violencia, discusiones, conflictos, mutismo, y conductas de evasión perjudiciales) y en la manera de pensar (criticismo, negativismo, pesimismo), que aumentan los afectos negativos, hasta llegar a la depresión y los trastornos de ansiedad. Y dificultan pensar y actuar en positivo, que producirían afectos positivos que neutralizarían los negativos asociados al cansancio, y, por tanto, con un efecto reparador del cansancio.

¿Es el descanso la causa de la felicidad o una consecuencia que proviene de algo distinto?

El descanso no causa la felicidad, pero evita los desequilibrios mentales que provoca el cansancio crónico,  que, con el tiempo, suele producir trastornos de ansiedad, depresión, insomnio, adicciones y conflictos sociales. Estos trastornos dificultan e impiden la felicidad.

La felicidad se siente cuando se actúa bien, libremente y por amor. También se produce cuando se recibe amor. El amor es más frecuente que lo reciban las personas buenas, y para serlo hay que hacer el bien libremente, que suele requerir más esfuerzo que hacer el mal y produce cansancio. Pero compensa hacer el bien y ser bueno porque el mayor descanso, sobre todo, psíquico, se produce cuando se realizan actividades agradables con personas que nos aman.

Está claro que el descanso nos otorga un bienestar indiscutible pero, ¿bienestar es lo mismo que felicidad?

No es lo mismo el bienestar y la felicidad pero tienen relación, pues cuando se es feliz se siente bienestar (se tienen afectos positivos); pero no siempre que se siente bienestar se es feliz, como ocurre con el consumo de sustancias o la realización de actividades placenteras pero juzgadas por la propia razón como malas.

El bienestar tiene relación con la afectividad: es un sentirse bien. Mientras que la felicidad es una vivencia que influye en toda la persona y tiene que ver con hacer el bien, ordenado por la razón, y ejecutado por impulso de la voluntad libre. Esto explica que seamos felices cuando hacemos lo que debemos hacer porque nos da la gana; y, por el contrario, nos sintamos desgraciados cuando no cumplimos el deber por no sentirnos mal o perder el bienestar de un momento placentero.

En la esfera de la afectividad, la felicidad se manifiesta en tranquilidad y alegría.

Si todos los hombres necesitamos descansar, ¿es el descanso algo constitutivo, identitario del ser humano?

Sí. La condición del ser humano en esta vida es limitada. No somos criaturas perfectas: enfermamos, nos cansamos, nos desanimamos, sufrimos, pasamos necesidades, morimos.

Así pues, uno de los trabajos del ser humano es cuidar su salud física, psíquica y espiritual. No solo para vivir más, sino para vivir mejor, logrando la mayor cota de felicidad posible, y ayudar a los demás a vivir bien y a ser felices. «Nadie da lo que no tiene, ni enseña lo que no sabe». Por otra parte, «dar produce más alegría que recibir», y dar felicidad produce mucha felicidad.

La clave está en aprender desde niños a adquirir un adecuado respeto y cariño por uno mismo -cuerpo y psique-, que se manifieste en una manera de vivir adecuada a las necesidades y circunstancias personales, que se ha denominado: «equilibrada» y «sana».

En la sociedad occidental, dado que la mayoría de la gente tiene satisfechas las necesidades básicas, el interés principal está vivir una vida sana, sobre todo en el aspecto físico, y por ello se han difundido mucho las actividades como el deporte, las actividades de ocio, la relajación, el masaje, las dietas sanas y equilibradas, la higiene y otras muchas actividades beneficiosas para el funcionamiento del cuerpo. Pero es una sociedad con una profunda ambivalencia, pues al mismo tiempo existe un incremento de conductas insanas como el consumo de tabaco, alcohol, drogas, trasnochar, comer en exceso, comer alimentos azucarados, actividad sexual de riesgo, etc. Además, siguen siendo muy elevados y generalizados los niveles de ansiedad y estrés psicológico.

¿Qué papel juega el deber en nuestras decisiones a la hora de elegir el descanso?

Muchas personas con cansancio crónico, se justifican afirmando que no tienen tiempo para descansar debido a sus obligaciones laborales, familiares y sociales. Proyectan así la culpa en sus circunstancias para no añadir el sentimiento de culpa a la situación afectiva negativa que acompaña al cansancio crónico. Actuando así, esperan que la solución a su cansancio se produzca por un cambio ambiental, que alguien algún día producirá, ya que han perdido su libertad personal y el protagonismo en su vida, y se han convertido en marionetas emocionales del mundo.

Así como nadie -o casi nadie- deja de comer, beber y dormir aunque se tengan muchas obligaciones, nadie debería dejar de descansar, pues para poder cumplir bien la obligaciones hay que tener fuerzas y energías, que se gastan con el trabajo y se recuperan con el descanso.

El instinto de conservación de la vida obliga a comer, beber, dormir, pero también obliga a descansar. Así pues, se debe tener el descanso como un deber personal, que debe estar por encima de otros deberes que impiden el descanso.

En la sociedad actual se prima mucho la cantidad y menos la calidad. La gente quiere batir records. El descanso «roba» tiempo para hacer muchas cosas pero facilita hacer con más calidad lo que se puede hacer con el tiempo limitado que tenemos.

A veces somos duros con nosotros mismos y nos parece perezoso o egoísta el hecho de pedir un tiempo de descanso.  ¿Cree que es fácil confundirnos en este aspecto y, por ello, no dar lugar a esos tiempos de descanso?

Estamos en un momento de crisis laboral y económica, que se refleja en una elevada competitividad por el puesto de trabajo. Lo que supone demostrar a los jefes que nos merecemos el trabajo que tenemos dedicando muchas horas de trabajo. Aunque esto es más frecuente en las empresas privadas que en las públicas.

En este contexto, puede ocurrir que se prolongue las horas de trabajo de cada día, se trabaje parte del fin de semana y ser recorten las vacaciones. Pero aparece otra ambivalencia de nuestra sociedad, que es la realidad de que mucha gente dedica mucho tiempo a actividades de ocio para descansar. Pienso que ha calado hondo en nuestra sociedad la necesidad de dedicar tiempo al ocio, y las oportunidades para ello se han multiplicado. Esta tendencia ha llevado a calificar a nuestra sociedad como una sociedad de bienestar. Vuelve a ponerse de manifiesto que la clave está en lograr un buen equilibrio entre el trabajo y el descanso (el ocio). Por ejemplo, no es equilibrado trabajar toda la semana con elevado estrés y dedicar todo el fin de semana a estar de juerga; o trabajar todo el año con gran sufrimiento y pasar un mes de vacaciones «sin dar un palo al agua», que tiene más riesgo de producir el «síndrome posvacacional». Así pues, vuelvo a insistir en la importancia de lograr un equilibrio personal entre trabajo y descanso cada día del año.

¿Qué nos pasa cuando ponemos todo nuestro deseo y esperanza en esas anheladas vacaciones y a la vuelta aparece un sentimiento de nostalgia o vacío? ¿Es normal?

Los excesos no son buenos. La virtud está en el término medio. Los deseos y esperanzas exageradas de descanso en las vacaciones, supones un exceso de cansancio acumulado, lo cual ya es malo. Y como he adelantado, cuando una persona está muy cansada -quemada- puede ser incapaz hasta de descansar, que no es sinónimo de pasividad o de dejar de trabajar, sino hacer cosas que relajan y hacen disfrutar. Pues la pasividad, produce descanso físico, pero para el descanso psíquico se debe hacer cosas con las que se disfruta.

Como acabo de decir, cuando se anhelan las vacaciones es que se está sufriendo mucho por el cortejo de afectos negativos que acompañan al cansancio. Y la reacción afectiva natural hacia el sufrimiento es de miedo y la conducta es de huida o rechazo. Cuando estas persona terminan las vacaciones, con independencia de que hayan descansado más o menos, cuando tienen que volver a la vida normal en la que han sufrido tanto, sienten gran temor y rechazo, que se acompaña de otras emociones negativas como la ira y la tristeza. El conjunto de esta emociones negativas del final de las vacaciones forman el llamado popularmente «síndrome posvacacional».

Esta situación no se da en las personas que disfrutan de su trabajo. Se trata de personas que tienen la suerte o el mérito de haber trasformado su trabajo en un medio de descanso.

A veces, lo importante no es descansar más -que no es posible- sino en cansarse menos, lo que supone trabajar con menos tensión psicológica, que depende mucho de la actitud personal hacia el trabajo. Las personas con una actitud optimista y positiva suelen cansarse menos que los pesimistas y negativos.

A veces achacamos nuestros problemas al cansancio. ¿Puede ser esta una respuesta fácil para no enfrentarnos con causas distintas?

Es más fácil atribuir el mal genio, el abandono de las obligaciones familiares, el consumo de sustancias o el exceso en actividades de evasión, al cansancio, que es una consecuencia normal del trabajo; que atribuirlo a un defecto o fracaso personal como es la falta de autocontrol, de dominio personal y de equilibrio psicológico, que disminuyen la estima de los demás y la autoestima, que, a su vez, disminuye el aprecio o cariño que recibimos y nos damos a nosotros mismos, y que nos hace felices.

Se ha generalizado la costumbre de vivir con prisa, del activismo, que dificulta pensar en lo que hacemos, sentimos y queremos. Así llegamos a saber muy bien lo que tenemos que hacer en cada momento y como hacerlo, pero no sabemos si es bueno lo que hagamos y si somos felices y hacemos felices a los demás cuando lo hacemos. Es decir, se tiene un gran conocimiento del mundo exterior pero poco conocimiento del mundo interior, al menos el más profundo, que son las razones profundas de como vivimos en cada momento. Hay miedo a conocer las propias verdades, por temor a estar a equivocados, y por ello «metemos la cabeza debajo del ala»; o se carece de tiempo o fuerzas (por cansancio) para reflexionar y conocerse en profundidad. La «verdad nos hace libres», conocer la verdad profunda de nuestro modo de ser y actuar nos permite saber y decidir si vamos por el buen camino que nos lleva a la felicidad, y a poder rectificar si estamos desviados.

¿Nos podría hacer un breve diagnóstico de nuestra época moderna en relación al cansancio? 

Creo que, en general, hay menos cansancio físico, pues se ha recortado mucho la jornada laboral, hay muchos pensionistas que no trabajan, el inicio de la vida laboral se ha retrasado y se ha adelantado la jubilación.

En cambio, hay más cansancio psíquico pues hay más tensión psicológica, debida al estrés laboral, al aumento de los conflictos y la violencia social que generan emociones negativas que tensan y desgastan psicológicamente, y explican el aumento de las depresiones, los trastornos de ansiedad, el insomnio, las enfermedades psicosomáticas y las adicciones.

Se observa en ello la ambivalencia actual entre el gran cuidado que se tiene por el cuerpo (adorno, estilismo, fashion, belleza, fitness) y el descuido de la psique con el aumento del estrés y las emociones y sentimiento negativos (ira, tristeza, odios, rencores, preocupaciones, envidias, celos).

Dice usted en su libro Aprendiendo a vivir: el descanso  que hay patologías físicas y psicológicas que se deben, muchas veces, a un cansancio crónico no detectado. ¿Nos podría explicar qué es esto y cómo se manifiesta?

La persona es un ser formado por diversos elementos: somáticos, psicológicos y espirituales, que se interrelacionan muy intensamente y forman una unidad psicosomática. Esto hace que las molestias físicas nos produzcan un estado psicológico negativo y nos impulsen a realizar conductas negativas; y que los estado psicológicos negativos produzcan cambios fisiológicos que, si se mantienen constantes, pueden producir enfermedades físicas denominadas trastornos por somatización. Algunas de estos trastornos más frecuentes son: cefaleas, dolores musculares, molestias digestivas, hipertensión arterial, picores cutáneos, sudoración de manos, infecciones virales, astenia crónica, fibromialgias.

¿Por qué cree que nos cuesta tanto hacer un parón en el ritmo de vida? Pareciera que no sabemos estar tranquilos…

Los que no lo saben es que no lo han aprendido, y se aprende por repetición de actos, pero para empezar a aprender algo hay que querer aprenderlo, y para ello alguien ha de convencerlos de la importancia de ese aprendizaje.

Hoy en día se ha hipertrofiado la importancia de los aprendizajes que ayudan a tener éxito en el mundo exterior y así obtener dinero, fama y ser admirado. En cambio, se insiste poco en la importancia del éxito interior, que es ser libre y dueño de uno mismo para mantener la paz y la alegría interior habitualmente, también en los momentos de dificultad y sufrimiento. Como dice el refrán: «al mal tiempo, buena cara». Este aprendizaje tiene mucho que ver con la educación de la personalidad o el carácter sano, equilibrado, positivo y feliz.

Dentro de una familia o de grupos de amigos se pueden dar diferentes gustos y concepciones a la hora de elegir cómo descansar y esto puede crear conflicto. ¿se debe marcar un límite a la hora de ceder ante los gustos de los demás cuando es el propio descanso el que está en juego? ¿Cuál es el límite?

Descansar junto a las personas queridas es el mejor modo de descansar, pues con ellas podemos relajarnos y ser nosotros mismos, al no sentir el temor a ser juzgados negativamente o a ser heridos.

A veces, no hay aficiones comunes con la familia o los amigos, o no están disponibles para hacer con nosotros esas actividades de descanso, por ello es importante tener otras actividades para descansar con nosotros mismos. Vuelve a ser importante tener un equilibrio entre descansar con los demás y descansar con uno mismo.

Hay personas con poca personalidad, con poca asertividad, que ceden de modo sistemático a las demandas de los demás (no saben decir que «no»), o se dejan imponer los deseos de los demás a la hora de ocupar el tiempo libre, y no pueden descansar como les gustaría. Este tipo de personas, en su proceso de aprender a descansar, lo primero que deben aprender es a ser ellos mismos, a ser afirmativos, a tener asertividad.

¿Puede ser la generosidad un modo de descanso?

Toda actividad que produce afectos positivos descansa si se hace con moderación y para ello se debe utilizar la razón para pensar la proporción con que se debe ayudar a los demás y a uno mismo a descansar. Como se deduce del mandamiento que dice: «amarás al prójimo como a ti mismo».

El cansancio produce la satisfacción de haber cumplido la obligación de «trabajar», pero ya hemos comentado que también es una obligación «descansar» para poder trabajar bien. El cansancio excesivo produce afectos negativos (tristeza, ira, preocupación, susceptibilidad, temores), que se pueden neutralizar con el efecto opuesto de los afectos positivos que se dan con los actos de generosidad, que son actos de ayuda a los demás, pero cuando se está muy cansado puede ser imposible realizar cualquier actividad, incluyendo la de ayudar a los demás.

¿Podría darnos algunas claves que ayuden a verificar si se está descansando o no? Porque entiendo que incluso cuando nos parece que descansamos, podemos estar provocándonos más cansancio.

Según el dicho «por sus frutos se conoce el árbol»: el cansancio se conoce y se mide por los efectos negativos que le acompañan, y el descanso por sus efectos positivos.

Ya se ha comentado que el cansancio físico produce sensaciones físicas molestas y desagradables, sobre todo de aquellos músculos que más se han usado en el trabajo. Aunque los músculos más sensibles al cansancio son los de la cara, cuello y cabeza en general, que suelen tensionarse, fatigarse y doler en todo trabajo estresante, y son un buen termómetro del cansancio.

El cansancio psíquico, aunque repercute también en el cuerpo y produce un cierto grado de astenia y anergia (falta de fuerza física), produce sobre todo manifestaciones afectivas en forma de afectos negativos, que conllevan un funcionamiento mental negativo (dificultad de concentración y de memoria de fijación, pensamientos negativos y pesimistas) y conductas negativas (ironías, críticas, discusiones, peleas, quejas, lamentos, pasividad y dependencia).

¿Cómo descubrió que el tema del descanso era importante para su vida?

Del descanso físico, desde pequeño, después de hacer deporte. Siempre he sido muy deportista. Se rinde mejor en el deporte cuando te equilibra bien el entrenamiento con el descanso.

Del descanso psíquico, de joven, en las fechas de exámenes finales, pues cuando estaba muy cansado no podía concentrarme ni memorizar bien y además tenía mal genio y veía con pesimismo la posibilidad de aprobar.

¿Cómo le gusta descansar al Dr. Sarráis?

Somos animales de costumbres y tendemos a repetir las actividades que nos hacen sentirnos bien. Por eso yo me he acostumbrado a descansar haciendo deporte a mi ritmo, sin sufrir demasiado; leyendo novelas de intriga; oyendo música lírica; jugando a juegos de mesa (al mus) con los amigos y viendo por la televisión deporte y series. Pero sobre todo, trato de no cansarme demasiado y de descansar todos los días un rato leyendo con calma el periódico y haciendo una tertulia corta con los amigos.

 

 

 

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