No fue un hombre de larga estirpe militar, el Imperio Romano ya quedaba lejano y había que organizarse en tribus, pero los musulmanes ocupaban la piel de toro y exigían tributos además, y esto parece que ya hizo saltar a Pelayo. Buscó aliados para su causa. Solo tenía a 300 a su lado frente a 10.000 musulmanes, pero supo utilizar mejor que ellos la estrategia, los atrajo a montes escarpados, al monte Auseva, donde la superioridad la da el terreno, y la bravura del carácter. Desde la Cova Dominica se lanzó el ataque, y los árabes huyeron.
¿Y si miro a mi alrededor, buscando otros ojos como los míos, confundidos y anhelantes, y alejo la queja para blandir una sonrisa que nos convoque, que nos lleve a unir nuestras fuerzas ante los retos que parecen superarnos?
Veo a Pelayo, con la cruz detrás y apuntando al cielo. ¿Y si rebuscamos allí, y encontramos la buena noticia que nos devuelva la esperanza? Gracias, Pelayo.