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Pablo Delgado de la Serna: “Lo que nos mata no es el dolor, sino la interpretación que hacemos del dolor”

El pasado miércoles 1 de diciembre tuvo lugar el segundo Café Newman del curso 21-22, centrado en la temática del sufrimiento. Alrededor de 100 estudiantes se reunieron en la Pecera del Edificio H de la Universidad Francisco de Vitoria para aproximarse a una de las grandes cuestiones del ser humano, como es la existencia del mal y del dolor en el mundo. 

Pablo Delgado de la Serna, profesor de Fisioterapia de la UFV, abordó con su experiencia personal la pregunta del cartel de la jornada, en el que se puede ver la silueta de un hombre atrapado entre los dos bloques de columna y en el que se puede leer un gran interrogante: ¿Qué te sostiene? El sufrimiento deja de ser un tema del que hablar cuando se vive en primera persona, y Pablo nos hizo un valioso resumen de su vida:  

“He tenido una compañera fiel, una enfermedad crónica que me ha costado 26 operaciones, 3 trasplantes perdidos, y una diálisis que me mantiene vivo durante 9 horas todos los días. Podría ser peor, podría haber muerto como era mi diagnóstico al nacer: mis padres se pusieron a buscar como locos un médico, pero todos les decían que moriría al año de vida; voy a cumplir 45 años y todavía recuerdo cuando mi madre se fue a rezar a la madre Maravillas por su cuarto hijo».  

Grabación del Café Newman sobre el sufrimiento

«La enfermedad no tiene nada bueno, sino muchas consecuencias positivas. Yo tengo el cartel de ‘temporal’ y el hecho de no estar en lista de espera en diálisis el algo que pesa mucho, sé que sin ella estoy a una semana de la muerte. Con 16 años no podía quedar a tomar copas con amigos, he aprendido a luchar una guerra continua y sin descanso que me ha hecho más fuerte. Igual que hay un general jefe en la Legión que tiene más entrenamiento, yo tengo esa vida, que me prepara, me crea dudas y genera incertidumbres».  

El año pasado pensaba qué iba a ser de mí cuando me cortaron la pierna. De repente, me vi con ‘Blas’, así se llama mi muñón, y os digo que lo que nos mata no es el dolor en sí, sino la interpretación que le damos. Como tenía un problema vascular se me hizo una herida en el pie y me tuvieron que amputar la pierna, pero mi hija Amelia me miró y aplaudió porque ya no había ‘pupa’: la mirada de los niños es aleccionadora. Una semana antes de operarme me dijo ‘papá, saltar’ y conseguí cogerla de milagro, le dije que no podía hacer eso, pero me miró con cara de ‘tú eres mi superhéroe’, ella sabía que la iba a coger y no le iba a fallar. Igualmente, Dios en la prueba da la gracia, manda la fuerza para sobrellevar el sufrimiento y me permite poner la sonrisa, aunque sea duro”. 

Estudiante 1: ¿Cómo pudiste afrontar tener que ir constantemente a diálisis? 

PD: Es difícil porque apetece hacer otras cosas, yo a las ocho de la tarde tenía que sacar una caja con 20 pastillas cuando estaba con mis amigos y me daba vergüenza. He tenido muchos momentos de enfado con la vida y con Dios, sobre todo, en la etapa de la adolescencia en la que te estás formando como persona, creando tus cimientos y cuando salirte de la norma es complicado. He tenido muchas horas para pensar, el sufrimiento me ha ayudado a crecer y sé con seguridad que estoy donde estoy porque he estado enfermo. También he aprendido a conjugar el verbo ser y estar, es decir, estoy enfermo, pero no soy un enfermo: tengo un 85% de minusvalía, pero es solo física, la limitación está en la cabeza, no está en mis piernas ni en mis riñones. El sufrimiento hay que asumirlo y así es más fácil tirar para adelante. 

Estudiante 2: ¿En qué momento te diste cuenta de que Dios te ayudaba? 

PD: El 3 de mayo de 2003 a mediodía, en la beatificación de la madre Maravillas. Estamos acostumbrados a una cultura de culto al cuerpo, pero por aquel entonces yo vi en Juan Pablo II un hombre débil que nos pedía no tener miedo, y empecé un proceso que me ha ido ayudando a entregarme. Hice una firma con Dios, un cheque en blanco con una única cláusula: “dame fuerza para saber llevarlo”.  

Hay una frase de Benedicto XVI que repito todos los días: “La locura de la Cruz es hacer del sufrimiento un grito de amor a Dios”. La cruz pesa, pero abrazada pesa menos que arrastrada, la cruz aceptada, asumida, querida, pesa muy poco. Yo me vi con 27 años y noté la paz verdadera, sentí que me tranquilizaba la confianza depositada, que era una paz real de cara al futuro. Esto no quita que haya sido un proceso gradual, me he formado mucho, he estudiado sobre Dios que es el pilar de mi vida, pero también son un regalo mi mujer y mi hija. Igual que una hipótesis de sentido es Dios, otra es la gratitud, en Kenia no hubiera tenido operaciones, ni diálisis ni prótesis. Y una cosa muy curiosa: hubo un médico que me salvó la vida y cuando él estaba a punto de morir pude ofrecerle una carta de agradecimiento que le alegró sus últimos días. Es un privilegio conseguir una actitud de agradecimiento. 

Estudiante 3: Después de escucharte envidio tu fortaleza mental y ya no te tengo pena. ¿A la gente también le cambia la mirada al conocerte?  

PD: Las miradas pueden hacer mucho daño. Mi problema más grande es el riñón, pero como no se ve la gente solo mira la pierna. Me resultó cruel no verme entero, que me faltara un trozo, incluso ahora me cuesta, es aterrador, pero mi hija me pinta con normalidad y me permite aceptarlo. La compasión lleva intrínseca la ayuda, aunque he visto miradas de asco muy duras, hubo alguien que me pidió taparme el muñón, intento no hacer caso.  

Estudiante 4: Los no creyentes, ¿cómo conseguimos hacer frente a un sufrimiento que abate un pilar de la existencia? 

PD: La diferencia entre el dolor y el sufrimiento es que el dolor es algo físico y el sufrimiento es reacción al dolor. Conozco gente amargada al que le falta el mismo trozo de pierna que a mí. Tengo suerte de llevar enfermo desde los 6 meses, porque no conozco otra cosa. Todo depende del momento vital en el que te encuentres. Incluso hay veces que reacciono mejor una situación más difícil que fácil. Yo creo que el sustento de la fe es la clave, porque ¿qué sentido tiene si no hay vida eterna? Las razones que nos damos, ¿cómo las verificamos? Y si esas razones no sirven hasta el final, ¿qué verdad encierran?  

Profesora 1: Todos tenemos heridas y necesitamos “militares de élite” como tú. ¿Por qué tendemos al yo y no vemos que el otro nos ayuda a salir del sufrimiento?  

PD: Hasta Mowgli y Tarzán se acaban yendo con los humanos. Siempre he admirado la labor de mis padres, pero ahora que soy padre multiplico la admiración, y a mis hermanos sé que les he quitado tiempo de niñez y les he escrito una carta pidiéndoles perdón. Los que estáis aquí vais a tener cuatro años de estudio de un Grado, pero todos tendremos una enfermedad que nos mate y nadie nos habla de ello. Sin la ayuda de la gente que nos quiere no es posible, de hecho, la pierna nos la han cortado a los tres. Habréis escuchado que “solos no se avanza ni 100 metros, pero acompañados se va al infinito”. Yo llevo mucho tiempo con bajas laborales y considero este trabajo en esta universidad como otro regalo. 

Estudiante 5: Aunque sea católica, me pregunto si Dios no tendría otra forma de hacerlo para evitar el sufrimiento… 

PD: Dios nos da la libertad para seguirle, pero si no lo hacemos no podemos luego echarle en cara algo. He aprendido a canalizar las emociones, a veces queremos ser superhéroes, pero ir de fuerte no sirve de nada, hay que ser conscientes de quiénes somos, ¡ya le gustaría a Dios que no sufriéramos! Sin embargo, me considero un mimado de Dios, el sufrimiento me ha enseñado a valorar tanto las cosas…, la enfermedad puede quitarme planes, pero a cambio vivo el presente con felicidad, no me puedo permitir el lujo de esperar a que vaya bien, y solo por descubrir a Dios no puede caber más alegría. 

Estudiante 6: Dios no es la fuerza para mí, pero el sufrimiento me lleva a aprender y forjar un estilo de vida…  

PD: Victor Frankl decía que nos pueden quitar la vida, pero no la capacidad de reacción. Realmente pienso que tengo la suerte de tener diálisis. Lo primero que me planteo son mis cartas y voy a intentar ganar la partida con lo que tengo, no querer algo que no puedo hacer. Todos los que estamos aquí somos muy afortunados: tenemos comida, luz, casa, agua…, yo puedo venir a dar mis clases y ese es un sentido humano muy real. Me gusta tener sueños, ilusiones… 

Estudiante 7: ¿Cómo haces para no dejar de hacer lo que tienes que hacer?  

PD: Pienso que todos tenemos alguna molestia: el que no toma pastillas, necesita plantillas para los pies o lentillas en los ojos… 

… ¿Y qué pequeñas acciones hay para sentirse mejor? 

Ten un pensamiento práctico: ¿Esto tiene solución? ¿Sí? ¿No? Solo si está en tu mano puedes hacer algo. En ocasiones, tenemos la tentación de enfadarnos con lo que no tiene remedio. Seamos como el animalillo que se lame las heridas y no sale corriendo…, un sufrimiento grande no se asume en dos días. 

Estudiante 8: Durante el coronavirus, ¿cómo te ha afectado el confinamiento a tu fe? 

PD: A mi fe no le ha afectado nada, tengo una media de cinco ingresos de una semana al año. Durante el confinamiento me lo pasé bien y escribí hasta un libro. La pregunta es: ¿Puedo salir? No, pues entonces no pienso en salir, el problema es que lo que nos venden como felicidad son placeres efímeros. Todo depende de cómo lo veas, por ejemplo, el coronavirus nos ha dado más tiempo para estar con los hijos. 

Estudiante 9: El sufrimiento es un misterio, ¿por qué Dios lo permite? ¿Has tenido momentos de desolación? 

PD: Sí, he tenido momentos de frío polar. Un jesuita decía que la fe es como un ciclo completo de estaciones del año, también hay inviernos muy duros. A mí me ha consolado Getsemaní: si Dios duda yo también puedo dudar. Me ayudó también un marianista, José Luis Martín Descalzo, en sus libros “Razones para la alegría” y “Razones para la esperanza”, que decía que cuando solo se ven dos huellas en la arena en vez de cuatro es porque Dios nos lleva en brazos. Eso no quita que haya vivido muchos momentos de soledad y dureza, con 21 años estuve a punto de morir y me hacían transfusiones de hasta tres litros de sangre. 

Estudiante 10: ¿Cuál es tu lema de vida? El mío es: “Todo pasa por algo”. 

PD: Mi lema es “Un día sin una sonrisa de verdad es un día perdido”. Cuando le conté a mi mujer lo que me dijo el médico, que en menos de dos años no tendría las dos piernas, nos dio un ataque de risa, aunque luego hubo que llorar. 

Los estudiantes comprobaron que poner en juego la vida no es fácil y Pablo lo ha hecho, una vez más, con generosidad, sencillez y razones, dejando que lo interroguemos. La invitación continúa el próximo 19 de enero en el Minicurso, que tendrá lugar en la Sala de Grados del Módulo 2, para profundizar con él, a través de la cultura, en las respuestas que podemos dar a la gran cuestión del sufrimiento humano. 

Asistieron alrededor de 100 alumnos al Café Newman
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