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Buscadores incansables

Esta semana, más concretamente, este sábado 1 de noviembre, el Papa León XIV nombrará doctor de la Iglesia al santo san John Henry Newman y, con vuestro permiso, me gustaría compartir con vosotros algunos de los pensamientos que me vienen a raíz de este inminente nombramiento. 

Somos universitarios y, por tanto, buscadores de la verdad. Esto nos suena, ¿no? Nuestra vocación es una llamada a conocer el mundo, a admirar su belleza, el orden interno que lo rige. Y pienso yo: Somos muy afortunados porque tenemos muy cerca de nosotros un modelo en el que fijarnos, un modelo del que aprender a vivir con profundidad nuestra vida universitaria, el mismo San John Henry Newman. 

He de confesaros que me siento muy agradecido por los alumnos con los que comparto aula (y no, no es una manera de “hacerles la pelota”). Cuando uno entra en ese espacio lleno de mesas y sillas, pizarras y rotuladores casi secos, ordenadores con cables y más cables y allí están ellos dispuestos a que empecemos la clase siento que entro en una especie de oasis. Vale. Reconozco que a veces uno debe repetir más de una vez aquello de “Por favor, sentaos que vamos a comenzar” pero, afortunadamente, es solo de cuando en cuando.  

Llamadme cursi o ñoño pero me encanta pensar que formamos parte de una tradición milenaria. Una tradición de la que también formó parte Henry Newman, y de manera muy notable (de ahí su nombramiento como doctor de la Iglesia). Los alumnos y yo haciendo realidad esa búsqueda de la verdad en nuestro día a día cotidiano. Las explicaciones, las preguntas y las respuestas… Precisamente la cotidianidad puede hacernos olvidar de lo maravillosa que es la vocación intelectual, la damos por sentado, pero pararse en un momento como este y tomar conciencia de lo que es y lo que implica nos debe llevar a un profundo agradecimiento. 

Como toda vocación, surgen retos diarios, momentos de desolación, nos cansamos alumnos, profesores, personal de administración y servicios, pero eso no es malo. Significa que hacemos el trabajo, que nos importa, que nos esforzamos por hacerlo bien… En definitiva, que nos tomamos nuestra vocación en serio.  

Veo los retratos de san John Henry Newman en los últimos años de su vida y veo a una persona cansada. Cansada pero serena. Segura de que ha entregado toda su vida para responder a esa llamada que desde joven debió sentir en su interior, esa llamada que tú y yo también sentimos. No intentemos escapar del cansancio pues solo hay una manera de hacerlo: no vivir, pero eso es una condena a una vida no lograda, a una vida pusilánime. 

Creo que san John Henry Newman nos diría que nos atrevamos a trabajar duro, a estudiar, a aprender, a enseñar y todo ello, siempre, al servicio del otro. Él ya ha pasado por eso y sabe que merece la pena. 

Busca esos retratos de los que te hablo de Newman, contémplalos en silencio y déjate inspirar por ellos, piensa qué pueden tener que ver con tu vida y tu vocación. No te arrepentirás. Te lo aseguro. 

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