Somos humo, ¿lo sabes?

Ana Lucía Olivero Agón

Este artículo pertenece a las #ColaboracionesNewman de alumnos de la Universidad Francisco de Vitoria.

Había un viejo fumando que preguntaba por la hora desde el banco en que estaba sentado. 

Nos mueve cualquier cosa, nos atrapa una botella durante años, nos esparcimos en incontables fragmentos, nos contaminamos de otras cosas. Pero sobre todo nos respiran y nos espiran. 

Te preguntarás dónde queda la voluntad. Eso me pregunto yo cada día desde que siento que me muevo, es entonces cuando de verdad entiendo lo que significa que nacemos cojos, y que nos paseamos indiferentes, sin ganas de nada, con la cojera de la soledad, hasta que alguien nos ofrece su otro poco de soledad. Porque nada podemos hacer, y a nada podemos llegar con nuestras piernas originales y vírgenes. 

Menos por menos, más. Te reirás porque recuerdas que no se me da bien la ciencia matemática, pero esto último sí lo he aprendido bien. Soledad por soledad, encuentro. 

No conozco mucho, pero sé mucho más de lo que llego a entender. Qué desperdicio, ¿no crees? A mí me angustia, pero esa angustia por no terminar de desenterrar eso que sé que está ahí, me cautiva. Creo que de eso se trata la vida, de desenterrarnos. Por eso algunos dicen que del polvo venimos y al polvo regresaremos. Tú y yo ya llegamos con todo sabido, ¿o crees que nos habrían dejado aquí solo con una libertad sin desenvolver siquiera? Todo está ya descubierto, por eso me parece cuanto menos divertido ver lo que toda esta gente infinita se desgasta en ser y en buscar. Se podría comparar con esas veces en las que buscas las llaves con las llaves en la mano. 

Somos libres para darnos cuenta de que saber y entender no es lo mismo, no entendemos nada. Aún. 

Y cuando termine de encontrarme y de entender lo que sé, me parecerá tan ridículo todo lo demás, que únicamente querré volver al lugar de donde vengo. La puerta nunca fue cerrada. Es un viaje del héroe donde el final es el lugar de origen, al que volvemos cuando somos dignos de ser hijos de nuestra propia patria. 

Por eso los viejos, cuanto más viejos, más lejos se nos quedan y más lejos quieren irse. ¿Por qué no iban a quererlo si ya han terminado su viaje? Entender es cansado, entender toda una vida requiere de otra entera de descanso. 

Por eso el viejo preguntaba con impaciencia la hora, mientras terminaba de soltar la última nube de humo. 

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