Juan Serrano, profesor de Formación Humanística UFV.

Muchos, estoy seguro, recibieron hace casi dos semanas la noticia del confinamiento obligatorio con optimismo porque “por fin podemos parar un poco y hacer algo de silencio”. Sin embargo todos hemos sido testigos de la locura de actividad que han supuesto estas dos primeras semanas. Los grupos de whatsapp echan humo; las actividades vecinales desde los balcones nos dejan sin descanso. Los que nunca habíamos “videollamado” a nadie somos ahora expertos. Vivimos dentro de un «meme». Hay una falta de silencio que es elocuente y que revela al mismo tiempo una incapacidad de quietud y un deseo de verdad.

A menudo nuestra sociedad es una jaula de grillos en la que el pensamiento crítico y la reflexión acerca de la propia existencia en relación con lo «noticiable» quedan eliminados por el ruido y la broma. Resulta difícil encontrar una mirada sobre la realidad que trascienda el mero análisis de datos. Así, ante la sensación a menudo agotadora de que todos tienen algo que decir sobre las más variadas circunstancias que nos rodean, emerge con fuerza la pregunta acerca de la propia vida: ¿tenemos algo verdaderamente importante que decirnos?

A mí me parece que se nos concede una oportunidad de oro para emprender la única búsqueda verdaderamente legítima: la de encontrar una certeza sobre la cual poder asentar toda la existencia. Aquella búsqueda de la que a menudo somos desviados en función de la actualidad, del sesgo y de la broma.

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