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Cuando la vida se interrumpe

Nunca pensé que el cáncer me encontraría a mí. Supongo que nadie lo piensa, hasta que un día lo escuchas en voz alta, en una consulta médica, con una bata blanca delante y un silencio dentro. En ese instante, todo lo que parecía sólido se resquebraja. Se apaga el ruido, se ralentiza el tiempo, y la pregunta más antigua del ser humano —“¿por qué?”— emerge con una claridad casi dolorosa. 

Al principio, intenté agarrarme a la rutina, a la ciencia, a la información. Pero pronto entendí que lo que estaba en juego era otra cosa. No solo mi cuerpo, sino mi manera de habitar la vida. Lo que cambió en mí no fue solo la salud, fue la conciencia: la de mi fragilidad, la de mis límites, pero también la de lo esencial. 

Y en medio de esa intemperie apareció, inesperadamente, una forma nueva de percibir a Dios. No como explicación, no como consuelo fácil. Más bien como una presencia silenciosa, que no interrumpía el dolor, pero lo habitaba conmigo. Como si estuviera en el hueco, no para llenarlo, sino para estar. 

Mi transformación no fue inmediata ni perfecta. Pero sí fue profunda. Empecé a mirar de otra manera: a mis hijos, a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros, a las cosas pequeñas. A descubrir belleza en los márgenes, valor en lo lento, sentido en lo que antes no veía. Aprendí a rendirme sin derrotarme. A esperar sin garantía de resultado. 

No tengo todas las respuestas, pero he aprendido a vivir mejor con las preguntas. Y aunque no pueda demostrar racionalmente que Dios existe, siento que todo en mí se ordena cuando lo pienso presente. Que algo en el corazón se ensancha cuando reconozco que no estoy sola. Que hay una ternura mayor que me sostiene, incluso cuando no entiendo. 

Hoy vivo más despacio, más atenta, más agradecida. Y si algo me dejó el cáncer, es esta certeza: que la vida tiene sentido incluso en medio de la incertidumbre. Que el dolor no tiene la última palabra. Y que hay una luz —suave, persistente, honda— que sigue encendida dentro, incluso cuando todo afuera parece oscurecerse. 

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