Koldo Zuazua, productor de la película Maixabel
La idea de hacer una película como Maixabel nos vino en mente al leer en el año 2011 una noticia de que en la cárcel de Nanclares de la Oca estaban teniendo lugar una serie de encuentros entre víctimas y victimarios de ETA, dentro del ámbito de algo que no conocíamos en España hasta la fecha llamado justicia restaurativa. La noticia me impactó sobre manera.
Yo había nacido en Euskadi y había crecido en una sociedad fracturada y herida por la violencia, el sinsentido y el odio. Saber que presos de la banda terrorista ETA, que habían rechazado los postulados de la banda en su periodo de condena y sin tener ningún beneficio penitenciario, habían solicitado encontrarse con las víctimas directas o indirectas de sus propios atentados, y que éstas habían accedido a encontrarse con ellos dentro de la más absoluta discreción, sin ningún eco mediático y sin el apoyo de ninguna formación política con fines electorales o propagandísticos, lo único que promovía esos encuentros, era la búsqueda de la reparación del daño causado y el inicio de un camino a la reconciliación.
Me pareció algo insólito, único hasta la fecha. Más aún cuando ETA todavía estaba matando y mucha gente seguía viviendo extorsionada y con escolta. El encuentro entre estas personas era el germen del inicio de un futuro hacia la convivencia en paz. En el núcleo esencial del dolor entre aquel que lo había ejercido y aquel que lo había padecido en primera persona, nacía un propósito puro de conciliación. Lejos del mundanal ruido de los intereses políticos y partidistas estaba el instinto humano de poder vivir en paz, no solo ellos, sino sobre todo para sus hijos y la futura sociedad vasca en general.
Pensé que esto tenía que ser contado, que tenía que llegar a mucha gente, porque lo mismo que me había emocionado a mí, podía hacerlo a mucha más gente. Era algo verdaderamente emocionante, universal y ejemplar. No tenía fisuras morales ni éticas. Pero por la propia naturaleza de los encuentros no iba a tener ninguna publicidad y seguramente se quedaría en el olvido… Se nos ocurrió que la mejor manera de poderlo contar iba a ser con una película.
Las películas tienen el poder de la sugestión, de empatizar con los personajes y convertir las realidades ajenas en propias. Vivir, sufrir, reír con los protagonistas como si fueses tu mismo como si fuese tu propia vida. Qué mejor homenaje podíamos brindan a la gesta humana que habían iniciado estas personas que contarlo en una película y que así quedase impreso para la posteridad. Que generaciones futuras pudiesen revivir los encuentros y entender lo sucedido. Nos pusimos manos a la obra y nos costó casi 8 años encajar todas las piezas humanas, técnicas, argumentales y financieras para poder llevarla a cabo, pero finalmente lo conseguimos. Y puedo asegurar que ha sido la experiencia profesional y humana más gratificante de mi vida.
La realidad politíco-social que vivimos en España cuando se estrenó de la película es distinta a cuando sucedieron los encuentros, Pero la película ha conseguido llegar muy lejos, ha conseguido emocionar, sorprender y liberar de prejuicios a muchas personas, trasmitiendo el valor esencial de aquellos que tuvieron la inactiva de encontrarse; demostrar que hablar, algo tan sencillo y que tan poco ponemos en práctica para solucionar nuestro problemas y reparar nuestros errores es el camino, el mejor camino.