Cine inmigrante

Aaron Cadarso

A lo largo de la historia del cine han llegado al público una serie de películas que tratan con gran certeza los miedos y desencuentros de la condición de ser inmigrante o refugiado a causa de las incesantes guerras.

Títulos como “Las tortugas también vuelan”, una de las primeras películas que se rodaron en territorio que meses antes fue víctima de la guerra de Iraq iniciada en 2003, ilustran un mundo equívocamente lejano para el público de occidente. La trama trata sobre un grupo de niños que sobreviven en un campamento de refugiados en el Kurdistán iraquí. Cada una de las historias que se mezclan en la visceral película refleja el desencuentro tormentoso que sufren los niños al verse forzados a afrontar una realidad adulta insoportable.

Huérfanos y sin la protección de ningún adulto que se apiade de ellos, sobreviven a pesar de las circunstancias,  mutilados a causa de las minas, deprimidos por la soledad y los abusos del hombre, caminan en un limbo existencial destinado al olvido y la injusticia no sin mostrar una realidad que los niños intentan ver con esperanza. Muchos de los niños protagonistas fueron víctimas de la guerra de Iraq por lo que el director iraní Bahman Ghobadi trata de dar voz a las víctimas aunque sea a través de una obra de ficción que, sin embargo y por desgracia, fue muy real lo acontecido por los inesperados protagonistas, herederos del terror de la guerra y del abandono del hombre.

Sin duda, se trata de un cine incómodo para el gran público occidental que se evade constante e inconscientemente con tramas fantásticas y preciosistas, poco acostumbrado a una dosis de realidad como supone afrontar y comprometerse con una película de trama tan dolorosa.

Continuando con películas comprometidas con la causa de concienciar a la sociedad de una realidad que para la mayoría es silenciosa y falsamente distante como es la inmigración y sus drásticas consecuencias en el primer mundo cabe destacar “El Visitante”.  Se trata de una película estadounidense que ahonda sobre la culpa y nuestra responsabilidad inevitable como ciudadanos del primer mundo respecto a aquellas personas que llegan a un lugar extraño como es nuestro hogar. El protagonista de la trama es un viudo solitario de mediana edad que va a un congreso en Nueva York. Al ir su apartamento, que no habitaba desde hace mucho tiempo, descubre que hay una joven pareja (el joven sirio-palestino y su novia de Senegal) que ha estado viviendo en su apartamento, pagando un fraudulento alquiler. Descubre así que han sido víctimas de un garrafal engaño.

El protagonista habituado a su soledad y a una vida sin sobresaltos se enfrenta con la realidad de la inmigración. Sin poder ser capaz de echar definitivamente a la pareja a la calle, el protagonista logrará inesperadamente una comunicación intercultural que le abrirá los ojos ante lo desconocido, tornando su actitud valiente y comprometida, descubriendo que el rol del hombre en el mundo no depende del lugar de origen sino de su paso él y su huella en sus semejantes. Revelando de la crudeza de ser inmigrante en el primer mundo donde desigualdades y abusos resultan inhumanos a pesar de ser impasiblemente lógicos para muchos. La dignidad humana se ha reducido hoy en día a un carnet de identidad imborrable que depende, por desgracia, del lugar de nacimiento, la fe que se profese y sus costumbres, siendo en resumidas cuentas los inmigrantes “visitantes” que antes o después el sistema les repudiará y expulsará.

Para cerrar y ejemplificar una vez más el vinculo cine-inmigración es imposible no caer en la cuenta de la genial obra de Aki Kaurismäki titulada “Le Havre”. La singular película del autor finlandés está emplazada en la ciudad portuaria francesa donde el protagonista, un escritor bohemio que vive retirado de sus pensamientos y exiliado de sus pretensiones existenciales, mantiene voluntariamente una humilde y rutinaria vida en un barrio austero junto con su encantadora y débil esposa, desempeñando un trabajo cercano al hombre como es ser limpiabotas y aderezado con su periódica visita diaria al bar del barrio.

Toda esa estabilidad emocional cambia cuando descubre a un joven inmigrante africano que quiere ir a Inglaterra. Ante la vulnerabilidad del menor y su opinión crítica sobre la frialdad de los sistemas establecidos del gobierno, el protagonista decidirá acogerlo sin dudarlo y ayudarle en tan justa causa en pros de recuperar el orgullo cedido a una realidad que la sentía agotada.

La simbiosis entre estos dos mundos, el que tiene y que necesita su ayuda, entre hombres, sin importar su origen, es el único modo de lograr una comunión provechosa para aquellos que tienen ganas de vivir, que temen al mismo miedo y la muerte, y aquellos que la esperan sentados en un sofá o en su defecto relativizando sobre las posibilidades que aporta al sentido del hombre, cuando el hombre es el sentido mismo del sentido, nuestro semejante, nuestro espejo.

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