El Café Newman sobre la libertad se celebró el pasado miércoles 17 de febrero en la Universidad Francisco de Vitoria con la introducción de la periodista y autora de Feria, Ana Iris Simón. Los anfitriones fueron Rocío Solís (coordinadora del Instituto Newman) y Juan Serrano Vicente (profesor de Humanidades de la universidad). A la actividad asistieron hasta 400 personas vía online. ¡Muchas gracias por vuestra participación!
El MiniCurso Newman es un curso de dos horas. Su misión es profundizar en las preguntas que surgen a partir del Café Newman, buscando un camino hacia las posibles respuestas.
Dios no va conmigo es la historia de una académica sin influencias religiosas evidentes de ninguna clase que llega a un momento de silencio interior en su vida sin que medie ninguna situación especialmente traumática y se plantea el interrogante con mayúsculas al que se enfrenta el ser humano: ¿Qué hay después de la muerte?
El próximo Café Newman sobre la libertad se celebrará online el 17 de febrero a las 15:00 horas. Lo introducirá la escritora y periodista Ana Iris Simón junto a Juan Serrano, profesor de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria. El encuentro se realizará a través de la plataforma Zoom en este enlace.No hay que inscribirse previamente para participar en esta actividad.
La Editorial UFV y el Instituto John Henry Newman presentarán la edición en español del libro Dios no va conmigo, de Holly Ordway. El acto se celebrará el próximo 19 de enero en la Universidad Francisco de Vitoria y contará con un coloquio entre cuatro profesoras de la casa: Victoria Hernández (profesora y coordinadora del Grado en Humanidades), Paloma Fernández (directora del grado en Publicidad), Olga Zafra (profesora de Biotecnología) y Ágeda Tejera (profesora de Biotecnología).
El MiniCurso Newman es un curso de dos horas. Su misión es profundizar en las preguntas que surgen a partir del Café Newman, buscando un camino hacia las posibles respuestas.
Recuerdo haber estado en una habitación de hospital, visitando a un familiar enfermo. La extrema delgadez de su rostro anunciaba que no habría una próxima vez. Se encontraba en fase terminal. La evidencia pesaba en el ambiente junto a un calor pegajoso de principios de agosto y se entremezclaba con la sensación de estar ante un hecho tremendamente injusto.
Con motivo del concurso que lanzamos el pasado 10 de junio en el que animábamos a reflexionar sobre la pregunta del sentido a partir de la pregunta «¿Qué le pides a la vida?», hemos recibido muchos poemas, canciones, fragmentos de libros e incluso esculturas que contenían «eso que nos hace vibrar» y que condensa nuestro anhelo.
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos Mario Benedetti
Todo va desperezándose. Las ventanas se abren, las cortinas ondean, entra el viento. Salimos de casa, de la mano de otros incluso. Nos vemos. Vuelve a formar parte de nosotros poner día para vernos. Nuestro cuerpo vuelve a tomar forma para ser presencia. Tomamos conciencia de nuevo, pero distinto, de estar en la calle, de ser plaza pública. Aunque lo hacemos como niños que entran en una casa llena de normas y muchos chismes de Lladró que parecen romperse con solo mirarlos.
Carola Díaz de Lope-Díaz. Directora Becas Europa y Escuela de Liderazgo Universitario
«Nadie puede por sí solo cubrir el trecho de la propia existencia sin el auxilio de los otros. El hombre es huésped para el hombre. […] En su sentido más esencial la casa se inaugura en la invitación, es decir, se constituye en tanto que adentro en y mediante su apertura: no es la pared o el baluarte sino la puerta y su abrirse lo que inaugura el dentro como tal, como espacio según la presencia de lo humano». (Marín, H. Mundus. Una arqueología filosófica de la existencia, 2019)
“Nacimos para ser felices, no para ser perfectos… El amanecer es la parte más bonita del día porque es cuando Dios te dice ¡Levántate! Te regalo otra oportunidad de vivir y comenzar nuevamente de mi mano”. San Juan Pablo II
Alberto Aranguren González-Arnao Coordinador CETYS UFV
“Ordinariamente la alegría cristiana está acompañada del sentido del humor, tan destacado, por ejemplo, en santo Tomás Moro, en san Vicente de Paúl o en san Felipe Neri. El mal humor no es un signo de santidad: «Aparta de tu corazón la tristeza» (Qo 11,10). Es tanto lo que recibimos del Señor, «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), que a veces la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar tan encerrado en sí mismo que uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios.” (Gaudete et exultate, 2018)
Este conocido cuadro de Edvard Munch expresa bien un grito que se eleva hacia no se sabe bien qué o quién, desde un horizonte sombrío a sus espaldas. Como una lucha interior con uno mismo y con Dios, o algo allá arriba. También nosotros venimos de un horizonte similar por la pandemia que estamos atravesando. Esto lo han afrontado los obispos italianos en su Carta a los buscadores de Dios de abril 2009.
Dice san Ignacio de Loyola que en tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a tal desolación. En la Quinta Regla de la Primera Semana de sus imprescindibles Ejercicios Espirituales, san Ignacio nos invita a «permanecer», a escapar del tiempo del movimiento perpetuo, a abandonar la dirección del mal espíritu; a recuperar, en definitiva, la senda de la constancia en la virtud y gracia hasta la muerte. Esa fortaleza que ha labrado un buen carácter, a la que Aristóteles llamaba «virtud» y a la que los libros de autoayuda hoy rebautizan como «resiliencia«.
Ángel Barahona Plaza. Director de Formación Humanística UFV.
Porque los demás no entienden nuestra pena. Ante el dolor extremo que está provocando el coronavirus apenas hay algo que decir. Mantener un respetuoso silencio es lo más que podemos hacer, si no nos ha tocado cerca el dolor. Si nos ha tocado en los que se nos encomendó amar, sí hay algo que decir, porque de golpe hemos adquirido una sabiduría que no teníamos.
Antonio Sastre. Profesor de Formación Humanística UFV.
Sin casi anunciarse, como un ladrón en la noche, mientras estábamos ocupados haciendo otros planes, ha venido para desinstalarnos, trastocando nuestras vidas tal vez para siempre, el coronavirus SARS-CoV-2. Lo que este agente patógeno causa es un indudable mal, una enfermedad devastadora que está provocando muchísimo sufrimiento. Por no hablar del tsunami que ya está barriendo lo que hasta antes de ayer era una relativa placidez económica y social.
Paula Martínez del Mazo. Instituto John Henry Newman
Cuando veo los dibujos de los niños con el característico arcoíris pegados en las ventanas y leo “todo va a salir bien” no puedo evitar pensar en las personas que han perdido algún ser querido durante esta pandemia y que tienen que toparse con estos carteles. Acto seguido me pregunto si verdaderamente todo está saliendo bien y la respuesta es un no desgarrador que me deja triste.
Eduardo Navarro. Instituto Desarrollo y Persona UFV.
París, noche del noche del 24 al 25 de agosto de 1944. El general alemán Dietrich Von Choltitz recibe la orden directa de Hitler de destruir e inundar la ciudad para frenar el avance de las tropas aliadas, a punto de liberar la ciudad. Un diplomático sueco, Raoul Nordling, intenta convencerlo para que no lo haga. Despliega ante él todo tipo de razones militares, éticas, personales… Incluso le ofrece un salvoconducto para él y su familia, pero parece decidido a cumplir las órdenes.
«La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre» (Spe Salvi 38 Benedicto XVI)
La soledad en la que creemos vivir, alguna vez acompañada, se ha visto maravillosamente turbada por un virus pequeñito que nos va a cambiar la forma de relacionarnos. Aunque para algunos pase sin pena ni gloria, habrá un antes y un después por la cadena de compasión que ha desatado. Nos entristece la cantidad de gente que está muriendo en soledad, sin consuelo. No hay mayor sufrimiento que la soledad. Hace unos meses comentaba a raíz de un artículo de periódico la creación en el Reino Unido de un ministerio de la soledad por la cantidad de ancianos que aparecían muertos en sus casas o que estaban desatendidos y abandonados a su suerte.
Luci Sánchez. Técnico de Selección y Gestión del Talento.
En los tiempos que vivimos, probablemente en casa pasemos unas 12 horas, de las cuales, conviviendo con nuestros compañeros de vida, solo una parte de estas. Ahora, las circunstancias nos han obligado a compartir las 24 horas del día. Y no solo eso. No podemos huir de los problemas, ni evadirnos de ellos porque al rato te vas a cruzar con quién has tenido el conflicto y probablemente tengas que pedirle paso, o pasar rozándole.
Francisco Javier Gómez Díez. Profesor de Historia UFV
Enfermamos. Los síntomas de la enfermedad, quizás benignos, nos fuerzan a recluirnos, aún más, en estos días de soledad. La crueldad de la epidemia no reside en el número desproporcionado de muertos, ni en la angustiosa agudeza de los dolores, ni en la fragilidad humillante de nuestro conocimiento, ni en el egoísmo que, a veces, desvela. Reside en la soledad.
Blanco sobre blanco, obra de Kazimir Malevich. 1918
Alba Muñiz Duque. Alumna del grado de Arquitectura UFV.
El cambio de escenario ha hecho explotar la caja de la creatividad que inmersos en la rutina vamos escondiendo y dejando de lado. La casa va cambiando con la luz del día, se acomoda al ritmo del exterior pero ahora a puerta cerrada. Pero, ¿dónde queda la ciudad cuando nos quitan las calles?
Eduardo Navarro Remis. Instituto Desarrollo y Persona
Lo más difícil siempre son las relaciones personales. Llevarnos bien con quienes nos rodean, en casa, el vecindario, el colegio, en la sociedad… En uno de sus artículos para la prensa, el genial escritor inglés G.K. Chesterton decía que el mandamiento de amar al prójimo y el de amar al enemigo encierra muchas veces la paradoja de que se aplica a la misma persona (Illustrated London News, 16 de julio de 1910).
Este armónico adagio da título a una de las novelas de Javier Marías (Debolsillo, 2014) y procede de unos versos de la inmortal obra de Shakespeare, Ricardo III. Durante la escena III del acto V, los espectros de los asesinados presa de la infame codicia del rey se aparecen al protagonista uno a uno en sueños la noche anterior a la batalla de Borsworth. El de la Reina Ana, su difunta esposa, sentencia así: “Mañana en la batalla piensa en mí, caiga tu espada sin filo, desespera y muere”.
Pues sí amigos, aquí estamos muchos de nosotros plantados en casa sin poder salir, pero esto no es óbice para no florecer, desde donde estamos, sacando lo mejor de nosotros mismos. Primeramente con los que compartimos enclaustramiento en casa, ofreciendo nuestra mejor versión, pues cuántas veces fuera de casa somos espléndidos con los demás y al llegar a casa cansados ofrecemos nuestra peor cara, sin paciencia y agotados. Ahora tenemos la oportunidad de que nuestras 4 paredes se conviertan o se reactualicen en un verdadero hogar, donde la escucha, el encuentro y la paciencia con el otro sean los primeros frutos de esta situación.
Juan Serrano, profesor de Formación Humanística UFV.
Muchos, estoy seguro, recibieron hace casi dos semanas la noticia del confinamiento obligatorio con optimismo porque “por fin podemos parar un poco y hacer algo de silencio”. Sin embargo todos hemos sido testigos de la locura de actividad que han supuesto estas dos primeras semanas. Los grupos de whatsapp echan humo; las actividades vecinales desde los balcones nos dejan sin descanso. Los que nunca habíamos “videollamado” a nadie somos ahora expertos. Vivimos dentro de un «meme». Hay una falta de silencio que es elocuente y que revela al mismo tiempo una incapacidad de quietud y un deseo de verdad.
«¿Te contentarás con un pedacito de cielo? Me temo que me voy del tema. No comprendo muy bien tu pregunta. ¿Por qué nuestros días han de tener algún sentido? ¿Para salvarlos? No necesitan salvarse. No hay pérdida en nuestras vidas, puesto que ya están perdidas de antemano, dado que pasan un poco más cada segundo. Hay una palabra que me molesta en tu carta. La palabra sentido. Permíteme que la borre. Mira en qué se convierte tu pregunta. ¡Qué buena pinta tiene ahora! Aérea, fugaz: “¿qué te da tu vida?”. Esta vez la respuesta es cómoda: todo. Todo lo que no soy yo y me ilumina. Todo lo que ignoro y espero. La espera es una flor sencilla. Crece en el borde del tiempo»
Ricardo Morales, periodista y director de Democresía
Hace un par de semanas escuchaba en el campus de la UFV, a la altura de la taquería, a una chica recitar de memoria unos apuntes que quise asociar a la asignatura de Grandes Libros, del máster de Humanidades.
La música 8D no es del todo nueva, pero no está tampoco del todo difundida, es una manera de editar las pistas de audio para lograr algo más allá del sonido estéreo o del sound around 5.1… Dicen los que saben, como es el caso de Jaime Altozano, que es una brillante manera de “hackear” nuestra percepción para hacernos sentir que la música no solo va de izquierda a derecha, sino que se aleja, se acerca, me da vueltas, va por encima de mi cabeza. Una experiencia totalmente nueva que no se parece a nada que antes hayamos experimentado. *Inserte silencio aquí para que cada uno haga su propio “ah, claro, igual que ahora…”*
“Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya”, decía el novelista y dramaturgo inglés Henry Fielding (1707-1754) conocido por sus escritos satíricos y humorísticos, y quien dice periódico podría decir radio, televisión… y es que a ello le respondería Umberto Ecoque “No son las noticias las que hacen el periódico sino el periódico el que hace las noticias.” Y es que en este tiempo estamos todos ávidos de noticias, chismes, instrucciones, novedades…
Laura Martín García, alumna de 4º de Periodismo y CA
El confinamiento se eterniza. Os escribo desde mi cama, mi despacho por lo que queda de cuarentena. Hace dos días perdí el gusto y el olfato, y, ayer me diagnosticaron covid-19. Sí, coronavirus, protagonista de todos los memes de twitter y héroe responsable del cierre de Operación Triunfo. Yo estoy bien, tengo 21 años, y viviré para contarlo.
Gustavele Bon y Elías Canetti decían que las masas experimentan una fuerza de atracción mimética prodigiosamente hipertrofiada por el aumento de los dos parámetros que la determinan:
Es seguro que no todos los lectores interpretan de un mismo modo un mismo texto. Como sucedía en la película de Woody Allen, “Melinda & Melinda”, una misma realidad puede ser interpretada de muy diferentes maneras (en clave de drama o de comedia, en ese caso) según el bagaje intelectual, los valores, las creencias y/o la ideología de cada sujeto. Eso pensaba yo al recordar, en un momento como este, la famosa obra de Albert Camus, “La Peste”, que relata las historias que confluyen en una ciudad en cuarentena por un brote de peste bubónica, y que concluye de este modo:
Cuando un hombre insensato me propone participar en este reto, yo, más insensato, acepto y advierto, burlón, que puede salir a relucir mi espíritu cínico; la sana convicción de que la mejor medicina es el humor. Pensaba en cómo puede un país pasar, en pocas horas, de manifestarse a enclaustrarse; en la disciplina social; en un pueblo —seamos generosos— que asustado necesita mucho papel higiénico; en las fallas que no arden o, incluso, en… pero vino a mi memoria un cuento jasídico.
ElP. Florencio L.C, director de Pastoral UFV y del Instituto John Henry Newman colabora con la propuesta #Retoviral. Su mensaje: situaciones de crisis como la que vivimos pueden ser oportunidad para captar una Presencia buena que siempre nos acompaña.
El escritor José Jiménez Lozano falleció el pasado 9 de marzo
María Hernández Martínez
El pasado domingo nos dejaba José Jiménez Lozano. Don José se fue como vivió, discretamente. Acostumbrados como estamos a la categorización y al atributo fácil, hablar de alguien que rehuía cualquier título o adjetivo pomposo ofrece una primera dificultad. Él se divertía con las manías clasificatorias y, sabiéndose incapaz de estar dentro de una doxa o de unos “ismos”, bromeaba diciendo que creía poder encajar en casi todo.
Don José, tan castellano, se incomodaba ante las “denominaciones de origen”, le parecía grotesco y peligroso que la producción del espíritu fuera producto de la tierra. Prefería también sustituir la palabra “escritor” por la de“escribidor” para escapar de las connotaciones sociales y mundanas que incluye la primera.
De vez en cuando, recurría a otros términos, pero no por afán de vanguardia o ideología, sino para remarcar la voluntad de “andar en la realidad” y no dar un peso excesivo a lo que hacía. Nuestro escribidor buscaba palabras que no estuvieran instrumentalizadas, sabía que únicamente estas pueden llevarnos a la comprensión del mundo, “solo ellas nos instalan en el conocimiento”, diría en su discurso al recibir el Premio Cervantes en 2002.Escribir era para él, una forma de ser hombre.
“El escritor casi todo lo recibe. Lo que tiene que tener es unas ciertas antenas, y eso quizá sea un don, como el que mete goles. Pero se le da todo. La realidad lo da todo, ¿de dónde va a sacar sino el mundo? No se puede crear nada, se tiene que sacar de algún sitio, es evidente. Y entonces no hay más remedio que salir de uno mismo”
Así vivía, acogiendo, buscando las voces de otros y quedándose en un lugar modesto, sin acaparar demasiado. Ese rincón fue durante bastante tiempo Alcazarén, un pequeño pueblo de Valladolid. Lo llamaba “mitad retiro, mitad exilio” y lo vivía “sin connotaciones horacianas”, recibiendo de buen grado a los amigos que quisieran visitarle y conversar con él. No tenía nada de ermitaño y sabía bien que “el silencio que se necesita es el de dentro”. Por eso, sin estar expuesto ni en primera línea para hacerse ver, don José se dejaba encontrar. Estaba dispuesto a ser interlocutor de cualquiera, también de alguna universitaria desconocida. Donaba su tiempo con generosidad y se ponía al servicio, deseoso de ayudar.
En un primer correo en que se presentó como amigo y laísta, añadía “Espero no tener nada de un intelectual ni de académicas respetabilidades, y quiero que se desempeñe conmigo como con un colega” ¡Qué regalo el testimonio de quien permanece en la humildad, de quien la vejez no agría ni marchita!
“Un libro es otro yo o la otra ánima, y así es reconocido, echado de menos y buscado”
Ningún reconocimiento ni distinción le hizo apartarse de sus inocentes, de preferir lo pequeño. Toda la documentación que necesitaba estaba en un asomarse a la ventana, en observar a ancianos y niños y guardarse esas cosas para sí. Reconocía con facilidad dónde se halla y manifiesta la vida. Por eso, aun apreciando la gran ciudad, no tuvo necesidad de formar parte de ella. Sabía que lo interesante, la particularidad y los asuntos de la fina punta del alma estaban también en las historias anónimas. Esto lo percibió desde joven, la esencia de aquello que relataban los clásicos griegos la entendía bien por haberla contemplado previamente en determinadas escenas acontecidas en su pueblo durante la infancia.
Con todo ello, para entender lo concreto, don José se servía también del mundo y de las voces de los que habían pensado, sentido y escrito. Tenía tal apertura que su círculo de amistades trascendía el espacio y el tiempo. Él dialogaba con Dostoievski, con las hermanas Brönte, con Simone Weil, con Fray Luis, con Flannery O´Connor, con Kierkegaard, con Virgilio, con Dante o San Juan de la Cruz, pero antev todo, él conversaba con la Biblia. No es baladí que se refiriera a ellos como compañeros y cómplices, don José entendía el libro como algo y alguien que puede resultar trastornador para la vida. “Un libro es otro yo o la otra ánima, y así es reconocido, echado de menos y buscado”, escribía allá por los noventa en ABC. Por esto mismo no estaba seguro de que hubiera que “promover” o “motivar” la lectura ya que significaría “como imponer la vida y la hermosura, y robarles la fascinante aventura de su búsqueda a quienes deberían anhelarla”.
Una vida coherente no parcela ni aísla, por eso, en su ejercicio como periodista, Jiménez Lozano no escondió la inquietud propia del yo interrogante. En los subgéneros más flexibles como es el artículo, fue siempre más allá de las cinco preguntas clásicas y de los hechos inmediatos. Dejó atrás el “qué”, el “quién”, el “dónde”, el “cuándo” y el “por qué” en clave efímera y parcial para abrirse a la pregunta existencial y trascendente que vibra en todo corazón. Haciendo eco de André Malraux, don José ponía encima de la mesa que “la cuestión es saber lo que hacemos sobre la Tierra”. En efecto, en otro de sus correos me compartía que leemos los noticiarios no tanto para estar informados, sino para saber algo más sobre el mundo y sobre nuestra posición en él.
“Hay que reservar la alegría para el día en que muere un hombre que ha vivido bien”
“Si se trata del otro plano de la verdad y de la autenticidad, ahí las primeras páginas de los periódicos no sirven para nada” decía. Tal vez por eso, al marcharse él tampoco haya acaparado ninguna, los asuntos que le interesaron siempre fueron otros. Nos referimos a las predilecciones propias de un hombre que vivió con la mirada fija en el horizonte del que sabe que está de paso, pero también del que logra encontrar dicha en lo que está sucediendo, en los pájaros, el trastornador olor a tierra húmeda o el sutil aire de diciembre.
En su artículo ¿Por qué se llora a John Lennon? don José dice que se llora a aquellos que han revelado la otra cara del tapiz de la vida y que ayudan a soportar esta o a vivirla con entusiasmo. Él pertenecía a este gremio, al orden de la verdad y del espíritu, por eso le lloramos. Y al mismo tiempo, hay celebración, pues como dijo en una ocasión retomando las palabras de Miguel Ángel Buonarroti, “Hay que reservar la alegría para el día en que muere un hombre que ha vivido bien” y José Jiménez Lozano vivió libre, agradecido y sencillo, sin parar de afirmar la existencia.
José Jiménez Lozano en un encuentro con los alumnos del Master en Humanidades de la UFV (2017)
Isidro Catela, doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, nos trae un poema de Miguel D´Ors en el segundo día de reflexión #Retoviral.
Pintura del artista Tvboy en la Plaza Sant Jaume, Barcelona
Daniel Sada Castaño, Rector UFV
Si la vida te da limones, haz limonada. Este viejo adagio nos da una pista para acertar con la actitud con la que hemos de afrontar la situación que atravesamos. La crisis es también, y por encima de todo, un reto, un enorme desafío: tenemos ante nosotros la gran oportunidad de vivir aquello en lo que creemos; saber acompañar las situaciones particulares de cada uno; poner de verdad a las personas en el centro, especialmente a las más vulnerables; sacar, en definitiva, lo mejor de nosotros mismos para afrontar con grandeza de miras, generosidad y entrega especial cuanto viene por delante.
Para ayudar en esa apasionante tarea, comenzamos hoy una iniciativa en red, que lleva la huella de lo que es y lo que quiere ser nuestra comunidad UFV. Retoviral apunta alto y profundo, otea la realidad con profundidad de foco, rema mar adentro. Cada día tendréis en vuestro buzón una píldora contra la desesperanza. Tomadla y expandidla. Viralizarla al modo en que hoy se hace posible que también las truth news lleguen a muchos por el boca-oreja online. Nos va la Vida en ello.
Desde que Netflix estrenó la serie de Marie Kondo, la gurú japonesa que ha puesto patas arriba los hogares de muchos con su método para ordenar y a otros tantos les ha regalado unas buenas risas, he escuchado a amigos y conocidos que ridiculizan hasta extremos desorbitados esta propuesta. Un método que por sencillo puede parecer ridículo, pero creo que no hay nada más necesario que nos recuerden una y otra vez lo evidente. Y con evidente no me refiero al hecho de que cuando ordenamos un espacio ya sabemos que nos ayuda a ordenar la mente, a organizarnos mejor, a hablar menos de lo que me queda por hacer y más entre nosotros o a evitar tirarle a algún ser querido un cenicero a la cabeza por pura desesperación. Con evidente me refiero a que Marie Kondo utiliza el único método que a mi juicio es verdadero: preguntarnos si lo que tenemos delante corresponde más o menos con nuestro anhelo de felicidad.
Así titula Zygmunt Bauman en su versión original uno de sus ensayos más significativos. Para construir el escenario, cita al intelectual checo Václav Havel que declaraba que «la esperanza no es la ciencia del pronóstico». Y siguiéndole, Bauman vuelve a subrayar que la esperanza no se preocupa de las estadísticas ni de las opiniones mayoritarias inconstantes. Esta Esperanza será más que necesaria para llegar hasta el final del libro que describe un panorama desolador de nuestra sociedad post-moderna.
El pasado 29 de mayo se celebró en la Universidad Francisco de Vitoria una mesa redonda con el Cardenal Angelo Scola para hablar del tema de su último libro Postcristianismo. El malestar y las esperanzas de occidente, editado por Ediciones Encuentro. Participó en el diálogo D. Javier Prades (Rector de la Universidad S. Dámaso), Dña. Amelia Valcárcel (Catedrática de Filosofía moral y política de la UNED) y Daniel Sada (Rector de la Universidad Francisco de Vitoria). Sigue leyendo VÍDEO | Mesa redonda: ¿Postcristianismo?
Es arriesgado tratar de explicar un fenómeno político de masas según un número limitado de causas. Los acontecimientos multitudinarios de los últimos años en Cataluña y, especialmente, de los últimos meses, tiran por tierra cualquier análisis que pretenda reducir el «problema catalán» a una demanda económica, a un simple movimiento de protesta por la corrupción, de mayor «libertad» política, o a un intento encubierto de revolución.
No parece improbable que, pese a la ilusión de homogeneidad que imprimen las banderas, entre los centenares de miles de personas que han salido a la calle haya por lo menos otros tantas otras perspectivas acerca del presente, cada una con sus matices y, a menudo, no compatibles las unas con las otras.
Se suele decir que las mayores ideologías del siglo pasado han dejado como herencia dos valores que, hoy en día, a muchos sigue costando no contraponer. Me refiero a la justicia y a la libertad. Por justicia se ha ido entendiendo espontáneamente la justicia social, como un conjunto de requisitos que se ha opuesto incansablemente a la libertad, entendida como la posibilidad desenfrenada de enriquecerse de aquellos que, ya poderosos, buscan un ámbito de convivencia donde aumentar la propia fortuna, haciéndose, a costa del más pobre, cada vez más ricos.
En mi infancia me cautivaba escuchar los asombrosos relatos que contaban mis mayores. Historias donde el bien, perpetuamente cercado por la oscuridad, alumbraba de manera espontanea la senda de la realización del héroe en las circunstancias más inclementes. Esas historias, leyendas, mitos y cuentos, hacen que al escucharlas seamos quienes somos. De un modo casi imperceptible son una parte muy íntima de nuestra vida, esquemas mentales que arrojan luz ante la alargada sombra de nuestras dudas. Los héroes nunca supieron su insigne condición hasta que se encauzaron en las gestas a las que estaban destinados, al igual que nosotros aún desconocemos el potencial de nuestras virtudes en una realidad que nos pone inexorablemente a prueba.
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y Él respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues» (Hc 9, 4)
Huyen despavoridos porque son perseguidos… ¿Quiénes son los perseguidos? Siempre los mismos aunque con distintas acepciones… Armenios, Kurdos, caldeos, judíos, palestinos, mujeres, niños, negros en países de mayorías blancas, o blancos en países de mayorías negras, de izquierdas y de derechas en mayorías de derechas o de izquierdas…. ¿Qué más da?
Víctimas inocentes de una ecuación maldita que la gente atribuye a la necesidad de despejar determinadas incógnitas: causas económicas, políticas, raciales o sexuales… ¡Error monumental!
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