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Así fue la segunda sesión del Ciclo Horizontes de Razón Abierta sobre ciencia y fe

Juan Arana, catedrático de Filosofía en la Universidad de Sevilla, comenzó su intervención en el Ciclo Horizontes de Razón Abierta del pasado 30 de noviembre, titulado «Ciencia y Fe», explicando que, aunque la religión implica aspectos que no tienen que ver con la ciencia positiva, también tiene una dimensión cultural y hay cuerpos de doctrina que permiten objetivarla. La relación entre razón y fe, situadas en un plano donde es posible la interacción, implica que ni la fe monopoliza a la razón ni la razón monopoliza a la fe, es decir, cada una desempeña su papel en la vida de todos los seres humanos.

Así, según ha expresado J. Arana, fe es creer en lo que no vemos, pero hasta el científico más positivista se fía de sus ojos, del testimonio de sus colegas, del aparato que mide. De igual manera, toda religión supone un discurrir, partiendo de axiomas que llegan a unas conclusiones.

En su opinión, la relación entre religión cristiana y ciencia moderna se establece desde dos posicionamientos: la visión pesimista la encarnaría el profesor Carlos Valverde en su libro “Génesis, estructura y crisis de la modernidad” que refleja la pérdida del cristianismo en el panorama cultural y aloja al cristiano en una cultura hostil; y la visión optimista la encarnaría Joseph Ratzinger quien asegura que la ilustración tiene un origen cristiano y a pesar de que la filosofía sea una prerrogativa se había domesticado la voz de la razón. Por tanto, “la vocación de la religión es ahondar en las diferentes ciencias y recuperar la armonía entre la fe y la cultura de su tiempo”, expresó el catedrático Arana. Ciencia y fe son dos fuentes del sentimiento religioso.

Puesto que merece la pena estudiar la actitud frente a la religión de los principales científicos y cuál es la relación entre religión y ciencia, las conclusiones de su investigación indican que en el siglo XX “la presencia de cristianos en el ámbito científico es mayor que la que se da en otros campos de la cultura”. O sea, frente a la idea de que la ciencia es un ámbito hostil, si vamos a los hechos concretos de este siglo, parece que los científicos, como ya manifestara Fernández-Rañada, reflejan la diversidad de la sociedad, pero hay mayor acercamiento de científicos a la religión del que hay en otros campos del saber. “En el siglo XIX los cristianos científicos ganaban por goleada”, añadió. En el XVIII es aún más clamoroso, pues no hay ni un solo ateo y los cristianos militantes son más de la mitad de los destacados. Los científicos eran cristianos y pacifistas.

Agustín de Hipona identificó el monoteísmo bíblico con las visiones filosóficas sobre el fundamento del mundo. Es lo que se entiende cuando el cristianismo tiene pretensión de religión verdadera. Significa que la fe no se basa en poesía ni política, sino en el conocimiento. O sea, “la religión cristiana es profundamente racional cuando afirma que el cosmos está sujeto a leyes”. De hecho, el comienzo del Evangelio de Juan alude a que en el principio existía el Logos. Además, la ciencia moderna es la respuesta del espíritu religioso al Renacimiento, una época pagana en sus obras mitológicas. Es un antídoto para evitar la marea esotérica y naturalista de la cultura.

Pero hay un momento en que se rompe algo entre paganos panteístas y cristianos que hacen cosas racionales. Charles Darwin, cuando era mayor, tuvo interés en asegurar sus convicciones religiosas, pero no se sentía inclinado a dar una opinión definitiva por considerar que no había profundizado lo suficiente. Es la tesis de la separación como defensa: ciencia y religión, sin interfaz. Sin embargo, tampoco creía en su propia teoría de la evolución de las especies, sino que pensaba que con esa hipótesis era más fácil explicar los diferentes aspectos fenomenológicos implicados. “Darwin no pidió a la ciencia las mismas demostraciones que le pedía a la religión”, aseveró. Por tanto, a pesar de que los científicos eras cristianos no daban esa imagen pública, y el ruido provenía de los pocos ateos.

Por ejemplo, el interés del científico Antony Flew por la religión empezó por pura curiosidad. Pensaba que los mejores argumentos filosóficos estaban en el lado de la negación. Pero detrás de la estructura del universo y la racionalidad puesta a nuestro alcance dio un vuelco completo a su orientación. “El indiferentismo religioso no es una opción a largo plazo”, concluyó. La exigencia de totalidad del cristianismo es fruto de la razón y del resto de facultades humanas, y su belleza conduce a la verdad.

Fuentes bibliográficas recomendadas en el Ciclo

  • Flew, Antony (2012). Dios existe. Cómo cambió de opinión el ateo más famoso del mundo. Trotta: Madrid.
  • Swinburne, Richard (2011). La existencia de Dios. San Esteban Editorial: Salamanca.
  • Benedicto XVI (2012). Carta Encíclica Porta fidei. La puerta de la fe.
  • Fernández-Rañada, Antonio (1994). Los científicos y Dios. Editorial Nobel: Madrid.
  • Arana, Juan; Alemañ, Rafael y Anaya, Salvador (2020). La cosmovisión de los grandes científicos del siglo XX: Convicciones éticas, políticas, filosóficas o religiosas de los protagonistas de las revoluciones científicas contemporáneas. Tecnos: Madrid.
  • Arana, Juan, Alemañ, Rafael y Anaya, Salvador (2021). La cosmovisión de los grandes científicos del siglo XIX: Convicciones éticas, políticas, filosóficas o religiosas de los protagonistas del siglo de la ciencia. Tecnos: Madrid.
  • Arana, Juan, Alemañ, Rafael y Anaya, Salvador (2022). La cosmovisión de los grandes científicos de la Ilustración: Convicciones éticas, políticas, filosóficas o religiosas de los protagonistas de la ciencia en el siglo XVIII. Tecnos: Madrid.
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