La Universidad acogió una jornada de reflexión sobre la potencia del diálogo en los encuentros de justicia restaurativa en casos de extrema gravedad. El acto fue organizado por el Grado de Criminología y el Instituto John Henry Newman en el marco de los Ciclos de Horizontes de Razón Abierta que se celebran en la Universidad. Estos ciclos quieren llevar la fundamentación de las ciencias a la frontera de la filosofía, allí donde surgen las preguntas más radicales, para volver a la ciencia con recorrido humanístico y humano. Este viaje hace de la universidad una casa del saber.
El pasado 15 de marzo 350 personas; alumnos, profesores y PAS de la Universidad, pudieron escuchar y ver en acto la respuesta a las siguientes preguntas:
¿Qué puede aportar el encuentro entre dos seres humanos opuestos atravesados por un profundo dolor? ¿Qué se produce en esos encuentros? ¿El perdón tiene algún papel? ¿Se puede perdonar un mal tan grave? ¿Es posible volver a vivir? ¿Es posible cerrar heridas tan grandes? ¿Por qué querrían víctima y victimario conversar? ¿El perdón tiene algún papel en esto? ¿Qué pasa en esos encuentros para que pueda cambiar la mirada? ¿Qué puede aportar este acontecimiento al resto de la sociedad?
Los encuentros restaurativos, como herramienta de Justicia Restaurativa, sirven para que la víctima de un delito terrorista, así como el que lo ha cometido, el victimario, dialoguen a fondo sobre el delito, sus consecuencias, el porqué, resolver dudas acerca de lo que sucedió y cerrar heridas de profundo dolor.
La Universidad Francisco de Vitoria, organizando esta jornada sobre Justicia Restaurativa, ha apostado por traspasar las apariencias de lo que conocemos a través de los medios de comunicación para mirar, con una razón abierta, las consecuencias que surgen del diálogo entre las víctimas del terrorismo y los victimarios. Ha puesto el foco en ese encuentro y en la capacidad que tiene el ser humano de escucha y acercamiento para alcanzar lo que parece imposible, la paz.
El director del Instituto Newman, el P. Florencio Sánchez, en la conferencia inaugural afirmó que «mirar con razón abierta -la razón propia de una universidad- implica un encuentro humano que afronte las preguntas de ambos corazones». Compartiendo mesa inaugural estuvo Txema Urquijo, actualmente asesor en el Ministerio de Cultura y fundador del Movimiento Gesto por la Paz, quien llamó a Ester Pascual para que coordinara el proyecto de encuentros restaurativos con presos de ETA. Se pretendía dar herramientas para solucionar un problema complejo y doloroso, que comenzó en los años 50 con un grupo de jóvenes organizados con objetivos político-militares. En su ponencia titulada «La justicia restaurativa en nuestro país. El caso del País Vasco», el invitado hizo un repaso por toda la historia de ETA en España hasta nuestros días, para proporcionarnos un contexto adecuado desde el cual comprender los encuentros que seguirían más adelante.
La directora del Grado de Criminología, Ester Pascual, dibujó en su conferencia titulada «Los encuentros restaurativos. También, y sobre todo, en la extrema gravedad» el escenario de los encuentros restaurativos que se pusieron en marcha en la cárcel de Nanclares de Oca en 2011 y de la que ella fue piloto. Ha narrado como entre víctima y victimario se crea un hilo invisible que ya siempre les mantiene unidos por un horror cometido y un dolor insufrible, y como este, en tanto casos convertido en odio, hace mucho más daño aún a la víctima, agotada de sufrir. Los encuentros son para ayudar a que ese hilo deje de causar más dolor y puede pacificarse. Para eso, ambos, deben querer, deben acudir en libertad y con toda la paz de la que sean capaces.
Visionado de la película Maixabel y coloquio con los protagonistas reales
A raíz del visionado de la película Maixabel, producida por Koldo Zazua, presente entre los invitados, se produjo un diálogo con Maixabel Lasa (víctima del terrorismo), Luis Carrasco (victimario directo del marido de Maixabel) y Koldo.
Maixabel Lasa es la viuda de Juan María Jaúregui, asesinado por ETA en el año 2000. Entre los asesinos de su marido, estuvo presente en la jornada Luis Carrasco, que fue miembro de la banda desde muy joven. A partir de su detención y estancia en la cárcel fue cuando tuvo tiempo para pensar y confesó que ha vivido una profunda catarsis personal fruto de una larga introspección y autocrítica. Cada día descubría con mayor claridad el dolor atroz que había causado a personas concretas, con familias concretas.
Lo que en aquel entonces eran objetivos político-militares, nombres en una lista a los que matar, ahora tomaban rostro humano. Para poder matar cosificaban a las personas. Lo que importaba era la libertad del País Vasco y las muertes formaban parte de una política militar de presión contra el Estado español. En este proceso de autocrítica y reflexión fue Luis quien pidió poder tener un encuentro Maixabel y así sucedió.
Muchas de las preguntas del público se dirigían hacia los sentimientos que había tenido Maixabel al encontrarse con los victimarios. Sobre cómo había podido dar el paso y ser capaz de ponerse cara a cara con aquellos que tantísimo dolor le habían causado. «Cómo se nota que no habéis conocido a JuanMari, él hablaba con todo el mundo, era tan abierto, tan dialogante», respondía, «todos merecemos una segunda oportunidad, todos». Lo decía sentada en la misma mesa que uno de los asesinos de su marido.
Luis Carrasco traía preparada su intervención por escrito. Puso voz a lo que los encuentros restaurativos habían supuesto para su cambio interior. Lee la carta íntegra aquí.
Koldo Zazua, productor de la película Maixabel, se enteró por la prensa de los encuentros restaurativos en Nanclares de Oca. Para Koldo ha sido una experiencia vital única y se preguntaba cómo tendrían que haber sido los reales. La financiación y distribución de la película tomó un giro inesperado dado que encontraron numerosos apoyos tanto públicos como privados y se pudo distribuir a nivel nacional siendo una de las películas españolas más vistas de ese año.
Un encuentro con cuatro víctimas
La segunda mesa de la tarde tuvo como protagonistas a cuatro víctimas.
El padre de Iñaki García fue secuestrado y asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, una escisión de ETA de corte anarquista que acabó disolviéndose después de causar casi 60 muertes. Tenía 19 años cuando sucedió el atentado. Entro en un proceso de odio en la que el mundo ante sus ojos se había polarizado. Gracias a que su madre le mandó de Erasmus a Londres, pudo tomar perspectiva y cortar la espiral de odio en la que estaba inmerso. Años después se pudo sentar con los asesinos. Iñaki afirmó que él sí cree en el perdón porque permite construir cosas nuevas, restituirse, comenzar de nuevo donde parecía imposible.
José Aguilar es un ex guardia civil que sobrevivió a una bomba trampa en 1988 cuando ETA atacó el cuartel de Alsasua. Esa madrugada oyó dos granadas y salió en dirección al resplandor, pero ya no pudo levantarse porque no tenía pierna. Entonces le dijo a Dios: “Te ofrezco el perdón de quienes me atentan a cambio de tu ayuda para salir de aquí”. Sobrevivió a todo aquello. Su encuentro restaurativo fue con un exterrorista de ETA que había pedido hablar con un guardia civil. José Aguilar contó que el victimario le ofreció la mano, y que él le dijo que no, que quería un abrazo. Así comenzó su encuentro.
Lola, la hija de George Salines, fue asesinada en el atentado de la sala Bataclan de París cuando tenía 28 años. George escogió el camino de la paz. No se permitió odiar y se puso a escribir; primero un diccionario sobre la tristeza, el luto y el terrorismo: «Lo indecible de la A a la Z», en el que se oponía a la pena de muerte, y luego un libro junto al padre de uno de los terroristas de Bataclan para prevenir la radicalización: «Todavía nos quedan palabras». Protagonizó los primeros encuentros restaurativos de Francia con un yihadista sirio arrepentido buscando obtener respuestas, contribuir a la convivencia pacífica, hacer algo por el futuro, vencer el odio de los hijos de victimarios-víctimas y desencadenar el contagio en otras víctimas. En definitiva, ayudar a los terroristas a recobrar el sentido común y que vuelvan a ser hombres ordinarios.
Fátima Ezzarhouni es la madre de un yihadista que se alistó en el ISIS y murió hace dos años en una cárcel siria dejando dos hijos. Se despidió con una carta en el buzón que ponía SIRIA, aunque ella sabía que se iba a la muerte. Su mayor miedo no era únicamente el de perderle, sino que matara a otros. Su misión desde entonces ha sido reparar los errores de su hijo y evitar que les pase a los demás haciendo prevención en colegios. Ella misma dice que a veces se siente «terrorista», culpable y avergonzada, pero recuerda que en la carta que dejó su hijo, él pedía mil veces perdón.
La última intervención de la tarde fue para un victimario que cumple condena por colaboración con el ISIS, después de que le detuvieran en 2016 dentro de la Brigada Al Andalus. Le dieron un permiso de 4 horas para acudir a la Universidad, tras cinco años en aislamiento en la cárcel; quiso aprovecharlo para leer una carta a los alumnos presentes. Les contó cómo él se alimentó de un sentimiento de injusticia que le hizo aceptar la propuesta de los grupos extremistas. Pero los años de estudio en la cárcel y la cultura que ha adquirido le han llevado a poner en entredicho la coherencia entre lo que cree y lo que hizo. Su mayor temor es pedir perdón y que no le perdonen porque sabe que hay cosas imperdonables. A pesar de esto, pidió perdón por la pesadilla vivida y se sintió profundamente avergonzado de colaborar con una organización terrorista. Terminó pidiendo un favor “no dejéis de estudiar, estudiad, os lo pido por favor”. La Universidad se hacía más universidad con sus palabras.